El modelo de Estado de Bienestar de los países escandinavos (Noruega, Suecia, Finlandia y Dinamarca) es considerado como el paradigma de una sociedad próspera, justa, progresiva y solidaria. Construido a lo largo de décadas por los gobiernos socialdemócratas de los países nórdicos, su origen se remonta a los acuerdos de Kanslergade (1933) en la caso de Dinamarca, y a la Convención de Saltsjöbaden de 1938 en Suecia. Este modelo, aúna la intervención planificada del Estado en la política económica interna sin menoscabo de la iniciativa privada, dando lugar a una economía mixta de fuerte componente social que permite una elevada calidad de vida basada en unos amplios y excelentes servicios públicos y asistenciales financiados con una potente progresividad de los impuestos directos, todo ello unido a unos niveles de corrupción y fraude fiscal mínimos, los menores de Occidente, sobre todo lo cual se cimenta la solidez y estabilidad del modélico Estado de Bienestar nórdico.

No obstante, en estos últimos años han empezado a aparecer las primeras grietas en el sistema, tal y como señala Maxililiano Sbarbi para el caso de Suecia, un país que bajo el liderazgo del añorado Olof Palme, se había convertido en un referente ético y social para la izquierda europea. Varios factores explicarían esta situación. En primer lugar, el ascenso al poder en estos países de partidos de centro-derecha que asumieron los postulados del neoliberalismo y, consecuentemente, partidarios de reducir las dimensiones y prestaciones del modelo de Estado de Bienestar socialdemócrata. Este fue el caso de Dinamarca, donde el Partido Liberal ganó las elecciones de 2001 bajo el liderazgo de Anders Fogh Rasmussen, actualmente secretario general de la OTAN. Lo mismo podemos decir de Suecia, donde una coalición de partidos de centro-derecha llegó al poder en el 2006 o de Finlandia, donde Jyrki Katainen, dirigente del Partido Conservador, alcanzó el poder en junio.

En la actualidad, del otrora uniforme mapa político socialdemócrata nórdico, sólo Noruega se halla gobernada por la izquierda.

Los gobiernos de centro-derecha han aplicado políticas neoliberales que han ido socavando el idealizado Estado de Bienestar nórdico. En este sentido, el citado Anders Fogh Rasmussen, principal ideólogo del liberalismo danés, en su libro Del Estado Social al Estado Mínimo (1993), ya abogaba por la reforma del Estado de Bienestar desde la óptica del liberalismo clásico, lo cual supone la reducción del sector público estatal y de los impuestos. Esta misma política ha sido aplicada por el centro-derecha en Suecia, donde se han realizado privatizaciones (banca, telecomunicaciones), se han reducido los impuestos. En esta misma línea, el conservador Kaitanen, actual Primer Ministro de Finlandia, pretende subir la edad de jubilación y rebajar los impuestos que gravan a las grandes empresas, entre ellas, a la todopoderosa Nokia.

ADEMÁS, LAS PRESIONES del FMI, del Banco Mundial y del Banco Central Europeo a favor de la globalización económica, unidos a los "criterios de convergencia" (control del déficit y de la inflación) exigidos a los países que se han integrado en la Unión Europea como es el caso de Dinamarca, Suecia y Finlandia, han supuesto un serio recorte de los programas sociales, razón por la cual, como señala Giddens, "la globalización presente es uno de los más grandes desafíos a la socialdemocracia en este siglo".

Elemento referencial del modelo socialdemócrata nórdico ha sido la existencia de una fuerte fiscalidad progresiva, de unos elevados impuestos, apoyados mayoritariamente por la ciudadanía, pues el Estado los gestiona de forma correcta y eficaz.

Pese a la ofensiva neoliberal, lo esencial del Estado de Bienestar nórdico persiste dado que, como indicábamos, sigue vigente un sistema de fiscalidad progresiva. De hecho, en la actualidad en Suecia, los impuestos se mantienen en una banda que oscila entre el 30 y el 55%. Ello permite, por ejemplo, que la baja por maternidad, con la percepción íntegra del salario sea de 18 meses, o que la educación sea gratuita a todos los niveles, incluidos los estudios universitarios, tanto si éstos se realizan en Suecia o bien en el extranjero. Las ayudas sociales son también muy elevadas: las familias reciben del Estado 200 euros mensuales por cada hijo hasta los 15 años y, a partir de entonces, y hasta los 18 años, abona 150 euros mensuales en una cuenta nombre de cada hijo.

A modo de conclusión digamos que también en los civilizados, progresistas y económicamente desarrollados países nórdicos ha sonado la voz de alarma ante la ofensiva neoliberal, aunque su incidencia no tiene, todavía, la magnitud de la que llevada a cabo en los países del resto de la Unión Europea y, de forma especial, en España, en donde, con la coartada de la crisis global, estamos asistiendo a la mayor regresión de derechos laborales y sociales de nuestra historia reciente. Y, frente a esto, reivindicar una vez más el modelo de Estado de Bienestar nórdico de corte socialdemócrata, defensor del endeudamiento y el déficit público para promover el empleo, el consumo y gestionar una amplia gama de prestaciones sociales, sigue siendo una alternativa más justa, racional y positiva en estos tiempos de incertidumbre y desánimo.

(Fundación "Bernardo Aladrén" de UGT-Aragón)