Las matriculaciones de automóviles aumentaron el año pasado un 3,3%. Es un incremento modesto, sobre todo si se tiene en cuenta que corresponden a la venta de 722.703 coches, pero que quiebra la tendencia descendente de los últimos años, solo interrumpida por el espejismo del 2010. Esta cifra de ventas nos sitúa muy lejos de los récords de tiempos que no volverán y un 50% por debajo de lo que sería lógico para un país del tamaño de España, pero marca una propensión positiva. La evolución de las ventas a lo largo del 2013 es paralela a la mejora de la economía. Esa remontada obedece en parte a la política de incentivos a través de subvenciones. De hecho, el Reino Unido y España, los dos únicos países de la UE que mantienen los apoyos oficiales, son los mercados europeos que cerraron el año en positivo. Hay que subrayar el esfuerzo que ha hecho el sector para mejorar su competitividad y lograr que los grandes fabricantes encarguen a sus factorías peninsulares los nuevos modelos. Producto de ello y de la nueva capacidad adquisitiva de los compradores, los vehículos made in Spain han alcanzado una cuota del 32% del mercado interior. Un hito.