Es sabido que la escultura es una disciplina artística con dificultades técnicas añadidas, quizá por ello los escultores, en general, suelen tener una visión más pragmática en la concepción de la obra aunque, dada la evolución actual del arte, este se eleva hacia discursos filosóficos sensoriales necesitados de una verborrea explicativa para introducir al público en la visión personal del artista y, quizá, ese pragmatismo se haya ido perdiendo. La escultura ha buscado espacios donde ubicarse, necesita rodearse del vacío conformado y guardar unas proporciones. Si recordamos escultores contemporáneos como Claes Oldenburg o Louise Bourgeois y más actuales como Jeff Koons, observamos como se vincula el espacio donde las contiene. Las muestras escultóricas de carácter temporal son difíciles de ver; atrás quedó la exposición Escultura es Cultura en el año 1992 en los espacios del Pignatelli, desde entonces no se han vuelto a realizar muestras de estas características, por ello cuando llegan a Zaragoza exposiciones escultóricas, además coincidentes en el tiempo, como la de Tránsitos de Naualli de Marta Palau en el Palacio de La Lonja y la de Dibujar el espacio en el de Sástago, son de agradecer. La opción de exponer escultura al aire libre en zona urbana tiene el riesgo de ser dañadas como le ocurrió a las del escultor Gómez Ascaso en el 2013; concretamente la obra Mujer con manto azul fue una de ellas y, una vez restaurada, ha sido donada a la ciudad. No sabemos su futuro pero solo aquellas esculturas que se sitúan en lugares diáfanos y no son de tránsito peatonal se conservan con cierto respeto. La cultura no se improvisa, solo el hábito nos hace valorarla.

Pintora y profesora