Día sí, día también, no hay periódico que no publique una encuesta sobre las próximas elecciones generales de diciembre. Con las variantes y matices que en cada una de ellas se introduce, supongo que una vez convenientemente cocinadas, el PP resulta ser el partido más votado, aunque pierde un tercio del porcentaje de votos con respecto a las anteriores generales; lo sigue el PSOE, que también baja. El tradicional bipartidismo lo rompen, aunque no de manera tan rotunda, Ciudadanos, claramente al alza gracias a la aséptica indefinición de su líder, y Podemos, que tras las enormes expectativas iniciales se ha desinflado. En varias de esas encuestas la suma del PP y de Ciudadanos se presenta como la única fórmula posible y estable de gobierno, lo que significa que el centro-derecha no pierde un solo voto. Ante semejante panorama, y dado de donde venimos, el PSOE debería plantearse seriamente qué es lo que ha hecho mal.

Los socialistas, que han gobernado en España algo más de la mitad de los años desde la Transición, habían logrado capitalizar la mayoría del voto de izquierdas. Lo conseguían prometiendo poner en marcha medidas progresistas: No a la OTAN, denuncia del Concordato con el Vaticano, un pacto de Estado sobre la educación, más igualdad, mejor distribución de la riqueza, acabar con el fraude fiscal, atajar la corrupción... Pero una vez instalado en el poder, convertido ya en un instrumento de defensa de los intereses de los más poderosos, el PSOE olvidó todas esas promesas, de modo que sus gobiernos han supuesto un tremendo desencanto para los votantes de izquierda, que lo han ido abandonando hasta tal punto que en las últimas elecciones autonómicas y municipales ha cosechado el peor resultado desde la restauración de la democracia, que en Cataluña los ha conducido a la más absoluta irrelevancia.

Las encuestas no auguran una mejora del PSOE para diciembre, aunque logra mantener sus últimos resultados. La pobre respuesta de los socialistas ha sido lanzar una propuesta demagógica, la supresión de la asignatura de religión, con el fin de recuperar el voto de izquierdas, si consiguen llegar al gobierno. Lo han hecho de manera improvisada, con contradicciones, matizando unos dirigentes lo dicho por otros, sin más objetivo que el electoralismo. Vistas las promesas incumplidas de los socialistas en los últimos cuarenta años en esta materia, ¿por qué alguien va a creerlos ahora?

Escritor e historiador