Los políticos del barrio londinense de Camden, crearon en el 2010 una comisión de reputados expertos para diseñar el banco perfecto. De los de sentarse. Dos años después, lo presentaron a bombo y platillo. Era un burdo mazacote de hormigón. Pero glosaban así sus virtudes: inutilizable para dormir por los sintecho dada su geometría abrupta; inhábil para ser usado por skaters; fácil de trasportar, pues no se atornilla al suelo; fácil de limpiar al no tener rincones; protección antigrafiti y contra el enganche de pósteres; anticamellos, pues no hay «grietas ni compartimentos» para esconder droga; antihurto, pues puedes dejar el bolso protegido debajo de tus piernas al no tener patas; antivandálico al ser de hormigón; antiterrorista pues bloquea un vehículo... El banco antitodo, vamos. Resultó graciosa tanta parafernalia para su creación para que al final saliese un bodrio, además de muy feo. En un alarde de hipocresía, el ayuntamiento valoraba la buena aceptación por parte del vecindario, aunque admitió: «La estética del banco aún no ha sido validada... quizá haya la oportunidad para un enfoque más creativo y bello en el diseño final». Que no ha llegado. Según la prensa, una «masa amorfa beligerante». El colmo del cinismo de los políticos de Camden fue autopremiarse con el Best European practice for inclusive design. Han bunkerizado el barrio, lo han estigmatizado, y los skaters van a deteriorar esta barricada cual símbolo a batir. Si esto es diseño inclusivo y participativo, sería mejor no urbanizar. Una roca sirve prácticamente para lo mismo y siempre resulta hermosa. H *EscritorSFlb