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SEDIMENTOS

Carmen Bandrés

Consenso para la educación

El consenso, eje cardinal de la transición, se desvaneció en un brumoso limbo del que apenas teníamos ya noticias, sea como añorada memoria o, aún peor, para calificarlo de ingenuo e inalcanzable objetivo. La ausencia de concordia acostumbra devenir en nefastos resultados; en el ámbito político y dadas las periódicas alternancias de gobierno, tal rotación tiende a revertir las iniciativas implantadas por los gabinetes anteriores; efecto particularmente adverso en la educación, tan necesitada de estabilidad como sufrido objeto de sucesivas reformas y contrarreformas. Es presumible que la fragilidad del sistema educativo español contribuye en gran medida al fracaso escolar y bajo rendimiento, tan reiteradamente evidenciado por los informes PISA. Un profesorado voluntarioso pero desorientado por ordenanzas contradictorias y sometido a un esfuerzo permanente de adaptación, no puede sino intentar salvaguardar en lo posible los efectos negativos y carencias del sistema que, en definitiva, siempre recaen sobre el alumnado. Por ventura, consenso y diá- logo parecen estar a punto de resucitar; de hecho, ahí está el esperanzador acuerdo recientemente alcanzado en torno a la polémica recuperación de las reválidas. Este es el camino; sin duda, existen muchos puntos en común que pueden ser aceptados por una gran mayoría y otros sobre los que, tras un constructivo debate, se puede alcanzar la deseable avenencia. Pero es imprescindible un compromiso mutuo de respetar los acuerdos logrados: no se trata de pactos provisionales, sino de sentar la base firme de un entendimiento que pueda superar los ineludibles cambios y juegos de poder que las urnas han de brindar en el futuro. ¿Acaso es posible partir de cero cada cuatro años?

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