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El Independiente

José Luis Trasobares

En Marina d’Or, Costa de Azahar

Mis amigos no se lo creen, pero el sábado último estuve en Oropesa del Mar y el domingo por la mañana en Marina d’Or. Fue una experiencia fabulosa (y eso que antes me había preparado pasando por Dinópolis y sus atracciones, entre cientos de niños que gritaban y decenas de padres que fingían el inexplicable placer de los masocas). ¡Ah!, no hay impacto que iguale el que causa la llegada a la Costa de Azahar de cualquier turista desprevenido. Por fortuna yo no lo estaba. Me había documentado previamente, había leído lo que hay que leer y visto las series y películas que hay que ver.

Es verdad que la noche en aquellos paseos marítimos repletos de familias sudorosas, camareros, manteros, guiris despavoridos, prejubilados con el moreno acumulado desde junio y un espesísimo gentío podría ser comparada con un apocalipsis zombi (lo cual da sentido a la pregunta que le hizo al Gobierno aquel senador de Compromís, sabedor sin duda de lo que se cuece en su litoral). Pero Marina d’Or, Ciudad de Vacaciones, todavía llega más lejos, con sus paseos embombillados cual inmensa Feria de Abril, sus desfiles de carrozas cada tarde, su playa inventada (era de grava y cada año la rebozan con arena de la de hacer mortero), su jardín botánico, sus miniparques temáticos y su hotel de cinco estrellas, cuyo vestíbulo parece el decorado luxury de una peli de la saga Torrente.

Admirable. Dos promotores (Jesús Ger y Enrique Ortiz), vinculados ambos al PP, pugnaron por construir aquel emporio vacacional. Ganó el primero, parte de cuyos delirantes proyectos han acabado haciéndose realidad: quince mil apartamentos, tremendo pelotazo, inmensos beneficios y al final un concurso de acreedores que se lo hubieron de comer las cajas de ahorro. Marina d’Or simboliza el triunfo de la voluntad, el éxito de la alienación de las clases medias, la apoteosis de la corrupción urbanística. Es algo portentoso. Y ojo, que abres los grifos y sale agua, las piscinas están colmadas, el cesped bien regado... Sin desaladora ni trasvase. Un milagro.

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