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Sala de máquinas

Juan Bolea

Enmanuelle hace el amor y la guerra

El nombre de Enmanuelle ha vuelto a la palestra informativa, pero no como un homenaje a Silvia Kristel y a su serie erótica de los años setenta, sino como una advertencia de Donald Trump a otro y muy distinto Enmanuel, a Macron, tras el anuncio del presidente francés de iniciar los pasos hacia un ejército propio, proyecto en el que se ha visto secundado, de momento, por la Alemania de Merkel.

Enmanuelle, la actriz, no hacía la guerra, sino el amor. Los presidentes franceses, que tienen fama de buenos amantes, hacen la guerra de vez en cuando.

Ahora, Macron, el joven y aguerrido Enmanuel, a la vista de la guerra fría, de la frialdad de su relación con la Casa Blanca y de esa gélida capa nunca disuelta de las relaciones diplomáticas entre Francia y Rusia, desde la de Kruschev hasta la de Putin, ha decidido coger el fusil pasándose por el Arco del Triunfo los acuerdos de la OTAN y emulando con su paso firme el triunfal paseo de De Gaulle por los Campos Elíseos.

Trump, que le ha pillado paquete porque Macron es más fino, con mejores modales, y porque incluso habla inglés con mejor acento y más vocabulario que él, le ha echado el alto y puede que hasta le ponga una valla transatlántica, para aislarse de la contaminación del espíritu francés.

Y, mientras tanto, ¿qué hace España, a qué juega, a hacer el amor o a hacer la guerra?

Como tantos asuntos relativos a nuestro Ministerio de Exteriores, es un misterio. Pedro Sánchez no se ha pronunciado.

Ese eterno silencio de España en el campamento internacional nos ha hecho perder una mano tras otra, pero nada indica que vayamos a jugar esta nueva partida. Puede que España se alinee con Merkel y Macron en la creación de ese nuevo ejército europeo y puede que no. Puede que mantenga sus convenios con las bases americanas y puede que amplíe esos convenios a las futuras bases militares europeas.

Casi seguro España, con sus tanques y soldados, esté aquí y allá, haga el amor y la guerra, repartiéndose entre banderas y amantes para no desairar a nadie, en ese bien quedar tan estéril, tan nuestro.

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