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El artículo del día

Antonio Piazuelo

Dos artículos, dos reflexiones

La prensa ha publicado en los últimos días dos textos que deberían ser de lectura obligatoria

L a prensa ha publicado, en los últimos días, dos artículos que, a mi juicio, deberían ser de lectura obligatoria para tanto indocumentado como anda predicando por esas redes de Dios (o del Diablo) y que vienen a poner el dedo en dos de las llagas que más duelen en estos momentos a la inmensa mayoría de los españoles, aunque no sean las únicas que nos tienen adoloridos.

El primero lo firma la profesora de Derecho Constitucional Eva Sáenz Royo. En esas líneas, la profesora Sáenz señala agudamente dos errores de la Carta Magna de los que se derivan muchos de los problemas actuales. Uno es el protagonismo absoluto que se dio a los partidos políticos, que deja en sus manos cualquier iniciativa que pudiese limitar ese indeseable exceso.

Creo que, más que a los partidos, ese protagonismo y ese inmenso poder se les otorgó a sus aparatos, unos núcleos escasamente transparentes donde, con este tiempo, han fondeado los más profesionales entre todos los profesionales de la política. No creo que haga falta explicar a la profesora lo que yo, como diputado constituyente que fui, supe de primera mano: que ese blindaje de los partidos y de sus aparatos fue tan deliberado como, probable-mente, necesario en aquel momento. Los partidos políticos, alrededor de los cuales debía girar el funcionamiento de la democracia tenían sus estructuras debilitadas después de 40 años de dictadura o, sencillamente, no tenían (tal vez con la sola excepción del PCE). Había, pues, que mimarlos, que fortalecerlos, si no se quería que acabasen deshaciéndose como azucarillos en medio de una sopa de siglas mareante. Véase, sin ir más lejos, cómo se derrumbó la UCD, el partido ganador en las dos primeras elecciones.

Lo que sucede es que no se previó la fórmula por la que, pasado el primer momento de debilidad, podía volverse atrás ese protagonismo desmedido que se les otorgó. Y, como no podía ser de otro modo, el poder de los aparatos (en los que desembarcaron hombres y mujeres que no venían de la clandestinidad y, por lo tanto, llegaban a la política cuando de su ejercicio podían esperarse prebendas y no cárcel) creció sin límite. Y sus administradores se fueron profesionalizando a tal punto que sus intereses gremiales acabaron por prevalecer sobre los de la ciudadanía. Y en eso estamos, con cuatro elecciones generales en tres años y un gobierno en funciones, a la espera de que los intereses encontrados de los diferentes partidos encuentren acomodo… o de ir a las urnas una vez más.

El segundo error de la Constitución también tuvo mucho que ver con la peculiar situación que se vivía entonces. En este caso con el independentismo vasco y el terrorismo etarra. Esos dos problemas gravitaron sobre la decisión de mantener el sistema de financiación vasco y el navarro. Que, con los sucesivos recortes del cupo para apaciguar las tendencias centrífugas del nacionalismo vasco, ha generado una situación de injusto privilegio para esas dos comunidades. Y suscita también deseos de emulación por parte del otro nacionalismo separatista, el catalán. Unos deseos que están en el fondo de lo que ha terminado por ser el mayor problema territorial de la democracia española.

El día 17 de diciembre se publicó en El País otro artículo, de otro profesor. En este caso, del prestigioso economista catalán Andreu Mas-Colell. Es un trabajo denso, imposible de resumir aquí, pero que contiene una frase capaz de resumir a la perfección una de las claves del conflicto con el nacionalismo catalán y que, en mi opinión, encaja perfectamente con el diagnóstico de la constitucionalista aragonesa: «El día que la intolerancia hacia la diferencia catalana y vasca reste a la derecha más votos que los que le añada será decisivo en el devenir de la sociedad española».

Creo que Mas-Colell enlaza con sagacidad los dos problemas que apunta Eva Sáenz: las reclamaciones de más poder (¡y más dinero!) de los independentistas catalanes y vascos, y el cálculo de intereses electorales que lleva a los partidos de la derecha española, tan nacionalista como las otras dos, a enconar el conflicto en lugar de explorar vías para resolverlo. Con un peso electoral en esas dos comunidades prácticamente nulo, la derecha lleva mucho tiempo renunciando a incrementarlo porque, a cambio de ese enconamiento, aumenta de forma notable sus expectativas de voto en el resto del país, adoctrinado durante décadas en la intolerancia hacia catalanes y vascos.

O, dicho con más claridad: los intereses de los partidos de la derecha española se siguen imponiendo a los de los españoles en general, también vascos y catalanes. Intereses que pasan por una resolución política a lo que es un conflicto político, por más que la intransigencia de unos y otros lo hayan hecho derivar hacia un grave conflicto de convivencia.

Lo que nos pone ante una evidencia que no se destaca aún lo suficiente: que la única salida está en manos de los ciudadanos, en sus votos. Pero, para asumirla, es preciso reflexionar sobre un problema tan complejo para el que unos y otros proponen soluciones simples, fáciles de digerir por mentes perezosas, soluciones que gratifican los prejuicios de cada cual en vez de obligarles a pensar con rigor sobre la endemoniada situación a la que hemos llegado.

Por eso son tan de agradecer estas aportaciones de dos intelectuales políticamente comprometidos. Ojalá vengan más.

*Congresista constituyente por el PSOE

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