El futuro es impredecible. Todo se basa en probabilidades. El premio Nobel de Física, Richard Feynman, concretaba con esta frase el análisis científico del porvenir. No hay nada escrito. Pero los borrones del presente pueden afectar a los textos de lo venidero. El ejemplo más evidente es el que está afectando al cambio climático. Negar la ciencia de la evidencia con la ideología, las creencias o las religiones es lo que ha dificultado históricamente el progreso de la humanidad.

En tiempos la Tierra llegó a ser plana. Ahora son los cerebros planos las que la siguen percibiendo en dos dimensiones. Nos gusta predecir y nos apasiona saber el futuro. Pero es más costoso, y aburrido, aplicar la estadística que dejarnos seducir por la nigromancia. En psicología conocemos un fenómeno muy común en las personas, relativo a nuestro afán por saber lo que va a ocurrir, que no tiene por qué ser patológico. Lo denominamos «sesgo de impredecibilidad propia». Es la tendencia que tenemos a vernos como seres relativamente variables e impredecibles, en términos de personalidad, comportamiento y estado de ánimo.

Mientras, vemos a los demás como mucho más predecibles en cualquier situación. Algo que tiene mucho que ver con nuestros prejuicios y estereotipos. Así, con una falsa modestia de percepción interior, que casi se explica como un defecto propio, justificamos una conducta de superioridad con el resto del mundo. En este caso ponernos una pequeña paja en nuestro ojo nos permite situar vigas de todo tipo en los globos oculares ajenos.

Las encuestas electorales analizan probabilidades de futuro. Pero los distintos liderazgos políticos siempre esgrimen el mencionado sesgo de impredecibilidad. Hasta que no se abran las urnas no sabemos lo que va a suceder, se suele decir. Pero sí saben lo que va a pasar con el resto de oponentes. Al final quienes tienen razón son los otros. No había que ser adivino para pronosticar el bofetón de Casado en el País Vasco, donde ha compartido carrillo con Ciudadanos. Los resultados al parlamento de Vitoria demuestran que la estrategia de confrontación contra Sánchez, junto a la indeseable coalición con los naranjas, no ha levantado pasiones electorales.

Pero sí ha conseguido que Vox tenga representación parlamentaria. Si a ello sumamos que el proyecto era capitaneado por la vieja gloria de Iturgáiz ¿qué podía salir mal? Tampoco había que leer los posos de la queimada de Feijóo para prever que su triunfo, en una campaña tan personalizada, sería directamente proporcional a la derrota del PP. Contradicciones, las justas. Lo ha hecho sin dejar huecos a su izquierda ni a su derecha. Si para Fraga la calle era suya, para Feijóo lo es Galicia. Los socialistas mantienen sus números, pero el traspié de los morados (crisis aparte) merece una reflexión porque afecta al conjunto de la izquierda. Cierto que ambas elecciones mantienen una dinámica tradicional propia, en clave de estabilidad territorial.

Algo que se valora más en época de inseguridades. Pero debemos estar atentos a la evolución socioelectoral en el conjunto del Estado. Hay partido. Por ahí apunta la última encuesta del CIS, en la que Pedro Sánchez es el único líder que obtiene el aprobado. De todos modos lo importante es que haya política, presupuestos y propuestas de progreso para hacer frente a la actual crisis. Esa será la estabilidad que valorarán los ciudadanos los próximos años y ante la que debemos ofrecer respuestas.

El homenaje a las víctimas de la pandemia sirvió de punto de encuentro, institucional y político, de quienes se quisieron encontrar en torno a la sociedad civil para homenajear a quienes nos han dejado y los que nos han ayudado y cuidado en esta crisis. La forma era parte fundamental del fondo de este acto. Sorprende que para celebrar un acto laico de reconocimiento hayan tenido que pasar más años desde que está en vigor la Constitución, de los que hemos vivido en dictadura.

Sin duda la iglesocracia católica es más resistente que la autocracia franquista.

En Aragón no se sabe si la nueva normalidad retrocede con prudencia o por falta de la misma. Los pilotos recomiendan a los viajeros de la Zaragoza central y capital que permanezcan en sus asientos, ya que hay turbulencias epidemiológicas. Un buen aterrizaje requiere atender las normas. Es lo mejor para seguir volando. El siguiente paso es pedir al Ejecutivo estatal que confine zonas determinadas de Aragón. Nosotros mismos. Entre tanto sobresalto, el Gobierno ha decidido llevar a la cámara de gas a 93.000 visones contagiados en Teruel. El futuro sigue evolucionando de Buffalo Bill a Visonte Kill.

La tríada conservadora que dirige el ayuntamiento de Zaragoza (PP, Ciudadanos y Vox aprobó el viernes la modificación del Plan General de Ordenación Urbana para construir un hospital privado en suelo público. La frustración de no poder acometer una obra futbolística de carácter sólido en La Romareda va a ser sublimada, por otra gaseosa, para beneficiar a la sanidad del negocio. Mientras, la sanidad de la salud tendrá que esperar a la inversión de los presupuestos. Beneficio público de todos para el bolsillo de los de siempre. El futuro de la derecha en el presente sigue fiel a su pasado. Como canta Dorian: «Pijos hijos de famosos. Fascistas mafiosos. El futuro no es de nadie».