Comprendo que resulte tentador para un dirigente político populista-nacionalista como el primer ministro británico Boris Johnson intentar aprovechar la crisis sanitaria internacional para intentar mejorar la situación de la economía británica a costa de los demás. En este caso, de España. La decisión de someter a su llegada al Reino Unido a una cuarentena a todos los ciudadanos, ya sean británicos o no, procedentes de España se puede entender como una política económica proteccionista. Eso es así en la medida en que, con la excusa (en parte cierta, hay que reconocerlo) de la protección frente a una segunda ola del covid, lo que en realidad busca es un efecto económico: desviar la demanda de turismo en España por parte de los británicos hacia la industria turística interna.

Esta práctica no es nueva. De hecho, los británicos tienen una expresión para definir este tipo de políticas económicas proteccionistas-nacionalistas: Beggar my neighbour, empobrecer al vecino. La acuñó la economista inglesa Joan Robinson, la primera mujer en ocupar una plaza docente en Cambridge y merecedora del premio Nobel por sus trabajos sobre desempleo y el poder de mercado de los oligopolios, reconocimiento que posiblemente no recibió por su conducta heterodoxa para la sociedad victoriana de aquellos años.

Entonces, los instrumentos usados por ese proteccionismo fueron los aranceles y restricciones a las importaciones procedentes de otros países. Esos aranceles y restricciones provocaron una reacción en cadena por parte de los países perjudicados, dando lugar a lo que se conoció como proteccionismo competitivo. Se trataba, en definitiva, de tratar de mejorar la posición propia empobreciendo al vecino.

A la larga, ese tipo de proteccionismo competitivo acabó empobreciendo a todos. Solo fue abandonado después de la segunda guerra mundial cuando, bajo la influencia del pensamiento económico de John Maynard Keynes , se aprobó un nuevo orden económico internacional conocido como los acuerdos de Bretton Woods, por el nombre de la pequeña localidad norteamericana donde se aprobaron. Ese nuevo orden permitía, por un lado, un margen mayor a los países para llevar a cabo políticas económicas nacionales de promoción del crecimiento y del empleo y, por otro, creaba nuevas instituciones internacionales para regular el comercio mundial, estabilizar la economía y financiar el desarrollo de los países atrasados.

La Comisión Europea está autorizando a los países fuertes a dar ayudas nacionales a sus empresas «estratégicas», en forma de aportaciones de capital público, que hace unos meses hubiesen sido consideradas «ayudas de Estado» y prohibidas por la comisaria de Competencia Margrethe Vestager.

El activismo en esta política industrial proteccionista lo protagoniza Alemania, junto con Holanda y Francia. Los acuerdos de repartos de mercados entre Nissan y Renault y, especialmente, la condición que el Gobierno de Emmanuel Macron exige para las ayudas a Renault de trasladar a Francia unidades estratégicas de la empresa van en esa dirección. El resultado será también empobrecer industrialmente al vecino. Habrá que estar vigilantes.

La mejor forma de proteger a nuestra industria turística es que las autoridades sanitarias pongan en marcha un sistema efectivo de identificación, rastreo y confinamiento de nuevos casos de contagio. Solo así evitaremos las políticas de empobrecimiento del vecino. H