Concede soles en vez de estrellas, pero no es la única diferencia de la Repsol frente a la guía roja. Si bien los parámetros para otorgarlos pueden ser parecidos. Un restaurante con un sol es «aquel que recomendarías a un amigo y al que ya estás pensando en volver un montón de veces»; «Justifica hacer kilómetros o parar a conocerlo en medio de un viaje». Mientras que las dos describen «un sitio que sobresale por desarrollar un concepto en el que la cocina muestra la madurez, el potencial y la ambición para seguir evolucionando. Merece los muchos kilómetros recorridos».

Pero la mayor diferencia radica en cómo se conceden. La Repsol no dispone de un equipo de inspectores profesionales, sino que cuenta con «profesionales de distintos ámbitos laborales, sin vinculación directa con el sector de la hostelería, pero con amplios conocimientos en gastronomía y un placer común: descubrir aquellos lugares donde hay una cocina que merece la pena para compartirlo con todo el mundo». Incluyendo en sus criterios de evaluación parámetros «como la experiencia integral del cliente, el uso de productos de proximidad, la capacidad técnica del equipo de sala o la esencial coherencia de los proyectos, que se refleja tanto en sus cocinas como en la puesta en escena y bodega».

Parece que las recomendaciones de esta guía, en la que trabajan también profesionales para las primeras visitas y los reportajes en su web, son más amplias, ‘democráticas’ que la otra, a veces más preocupada por marcar tendencias que por reflejar la realidad de los restaurantes españoles.

En cualquier caso, aparecer destacado en cualquiera de ellas, supone un importante aliciente para nuestra gastronomía, con repercusión económica en los establecimientos y una mayor presencia mediática. Lo que redunda en el bien de todo el sector, especialmente, como así sucede, cuando se toma de manera colaborativa y no competitiva.