La Universidad San Jorge ha tenido la excelente iniciativa de reeditar en un hermoso estuche una selección de fotografías de Jalón Ángel. Postales, más exactamente, pues con tal intención, la de dar a conocer lugares emblemáticos, fueron tomadas.

En el prólogo de esta cartera de fotos históricas, la directora del archivo de Jalón Angel, Pilar Irala-Hortal, nos recuerda la historia de su autor.

Ángel Hilario García de Jalón Hueto, Jalón Ángel, nació en Viana (Navarra) en 1898. Se formó en Francia, en Lyon y en París, instruyéndose con maestros como Arlaud (suizo), Pacalet (francés) o Benson (norteamericano). En 1926 abriría su propio estudio fotográfico en Zaragoza, revelándose en seguida como un notable iluminador y un exquisito retratista. Nunca le faltó trabajo. Por su estudio pasaron toda clase de personalidades, y también infinidad de ciudadanos que quisieron inmortalizar los grandes momentos de sus vidas, o a ellos mismos frente a la cámara de un gran artista.

Hasta acumular el casi medio millón de placas que en 1974 llegaría a componer su archivo, Jalón Ángel nunca dejó de formarse, de viajar, de incorporar técnicas y tendencias. A su vez, fue maestro de muchos de los mejores fotógrafos aragoneses del pasado siglo. Defendió la creación de Escuelas profesionales y legó la de San Valero, hoy convertida en relevante Fundación.

Un joven Jalón Ángel realizó estas Postales de Zaragoza inspirado por sus propios paseos. Jugando con grandes planos trató de reflejar el crecimiento y expansión de una ciudad que se abría a nuevos bulevares e industrias, a la electrificación, al teléfono, al tranvía, a un nuevo urbanismo en combinación con las joyas patrimoniales de El Pilar, La Seo, la Plaza de Toros…

Capturados por la máquina de Jalón Ángel, aquel Cabezo Buena Vista, el Museo Provincial, el Paseo de Sagasta, la Facultad de Medicina, el Monumento a Agustina de Aragón, el Puente de Piedra, la Playa de Torrero o el Canal Imperial regresan en blanco y negro a través del eco del siglo que se fue para devolvernos a la dictadura de Primo de Rivera, a los albores de la República, o a tantas estampas que Sender describió en su Crónica del alba.