Lo no dicho y lo desechado siguen presentes, porque lo no dicho persigue eternamente a las otras palabras que sí se pronunciaron y lo desechado regresa para recodar que lo que un día se desechó hoy es caviar en brazo ajeno. Por eso hay que tener mucho cuidado con lo que se dice, con lo que se desecha y con lo que no se dice por miedo a ser descubiertos en un caos de cifras utilizadas de manera perversa.

El pasado jueves escuché, y al hacerlo quedé perpleja, la cabecera de un informativo de un canal nacional, en el que además de titular con los indultos a los presos políticos catalanes, señalaban que cuatro personas vacunadas con AstraZeneca habían muerto en España, no indicaban fechas, ni causas, solo esa escueta información en la que lo no dicho era la parte más veraz de la misma. Me senté y esperé a ver cómo se desarrollaba la citada noticia y comprobé que no se detuvieron en ella hasta pasadas cuatro o cinco informaciones y cuando llegó la noticia de las muertes por AztraZeneca en España, el reportaje giró sobe la decisión mayoritaria de los españoles menores de sesenta, que hace semanas recibieron su primera dosis de AstraZeneca y, tras meses en el limbo, cuando ha llegado el momento de inocularse su segunda dosis han apostado por AstraZeneca, desoyendo la decisión del Gobierno de España, quien había aconsejado que esa segunda dosis fuera la de Pfizer. Y entonces aparecen cuatro muertos, de los que nunca se había hablado y que fallecen tras ser vacunados con AstraZeneca, pero de qué fallecen, me pregunto, y me pregunto cuántos españoles habrán muerto tras ser vacunados con Moderna y Pfizer, supongo que un porcentaje parecido, porque la gente se muere y se muere de muchas cosas y se muere de cosas que nada tienen que ver con haber sido vacunados con Pfizer, Astra o Moderna.

Al día siguiente, viajando en un taxi para atender a una televisión con motivo de la Feria del Libro de Zaragoza, escuché este nuevo mensaje lanzado desde el Ministerio de Sanidad: «No ponerse la segunda dosis de Pfizer y hacerlo con la de Astra hará que muera una persona sana entre un millón». Sentí un escalofrío y cierto miedo y pensé que si yo tuviera que tomar esa decisión, con las palabras que nuestros políticos dicen, las que callan y las que desechan, realmente no sabría qué hacer, porque ellos, a los que parece no importamos, están hablando de mi vida o de la de mi hija o de la de mi hermana y lo hacen con la perversión de quien usa las cifras para armar un jodido discurso político.

Esta pandemia ha sacado lo peor de determinados partidos políticos y de sus líderes, siempre en riña y en una continua vendetta. Menos mal que nos queda la ciencia para permitirnos pensar y ser un poquito rebeldes cuando las informaciones son y están manipuladas en favor de unos intereses de los que nadie nos habla nunca y de los que nada sabemos.