Está usted llamando en hora punta». «Si quiere cita previa, marque el uno, si no, espere». «Nuestros operadores se encuentran ocupados. Vuelva a intentarlo más tarde». Entonces es cuando llega ese momento eterno en el que se conecta una musiquilla odiosa que te deja completamente colgado. Y así pueden pasar veinte minutos largos.

Una desesperación total intentar hablar con un ser humano al otro lado del teléfono. Por lo menos en el pasado no se andaban con pamplinas y el de la ventanilla te decía el consabido «Vuelva usted mañana». Pero ahora, en tiempos de pandemia, la Administración o la función pública ya no es presencial y se practica el distanciamiento, que no deja de ser un abuso de poder o una dejación del servicio público que están obligados a cumplir. Ese primer paso para obtener información concreta, urgente, necesaria para seguir el procedimiento resulta imposible. Además, se da la paradoja de que esos números de teléfono son a los que te derivan las páginas web de los organismos públicos. ¡Un choteo!

Con el virus se está produciendo un distanciamiento muy cruel con los usuarios. No hablo de la distancia social necesaria. Denuncio en este artículo que lo que antes funcionaba más o menos bien, ahora no existe. Y el colapso al principio de la pandemia ya no cuela en estos momentos. El distanciamiento, la hora punta, o que ese número está comunicando las 24 horas del día, no son de recibo. Y me temo que algunos funcionarios viven muy tranquilos en su turno de trabajo con el parapeto de las grabaciones programadas. No estoy hablando aquí de los hospitales ni de la educación. Las dos joyas de la corona que son ejemplo de profesionalidad, cumplimiento y de eterno agradecimiento. Hablo justo del escalón anterior. Ese que te abre las puertas o te las cierra en las narices.

Un ejemplo: la estación de Renfe Goya (con una demanda baja) tenía un número de teléfono, incluso viene en internet. Pues ahora se ha suprimido. No existe. Eso me dijo la persona que está detrás del mostrador. Parece ser que el virus arrasa con todo. Tampoco entiendo por qué los centros de salud no cogen los teléfonos habilitados o tardan siglos en hacerlo, y de malas formas. Como si los pacientes les molestaran en su trabajo. No entiendo porqué no se vuelve a las consultas presenciales con tu médico/a de cabecera, cuando la atención primaria es fundamental para aliviar la presión hospitalaria, y las vacunaciones están funcionando estupendamente en otros espacios habilitados para este fin.

A veces tengo la sensación de que, con la excusa del virus, se esté incurriendo en malas prácticas que dejan a los usuarios abandonados a su mala o buena suerte. Hasta para solicitar algo tan usual como un certificado de empadronamiento cuesta que te cojan el teléfono; y lo que se puede hacer por correo electrónico, ahora tardan tres o cuatro días en llegar por correo postal. Ojo, Correos funciona bien. Lo que es un desastre es la línea 900 externalizada por el ayuntamiento. H