La comunicación escrita tiene el valor de la permanencia, además, proporciona una capacidad de análisis más asentada que la oral, casi siempre otorga un sentido real de lo que se desea transmitir y la encontramos en un sinnúmero de formas, desde sencillos mensajes, pasando por cartas más o menos complejas y diversas en su destino. A partir de aquí entramos en el mundo de los géneros literarios: la narrativa, la lírica, el drama y en estos tres podemos encuadrar todos los subgéneros que podamos considerar.

Está claro que tanto la escritura como la lectura aportan a quienes la realizan un valor personal muy necesario en nuestra vida, pues contribuyen a un enriquecimiento intelectual que nos permitirá dar fundamento al papel que tenemos; no hacerlo es alimentar la ignorancia que nos condenará a tomar decisiones basadas en el desconocimiento y, por tanto, a que la equivocación sea una constante en nuestras actuaciones.

Tiempos muy lamentables

No quiero que se entienda que se ha de ser especialista en todo, ni mucho menos, lo que sí debe ser imprescindible es tener una buena capacidad de análisis basada en informaciones fundamentadas en rigurosos estudios. Estamos viviendo unos tiempos muy lamentables en los que cualquier información, puesta en las redes sociales, se da como un acto de fe para quien la lee, se comprueba muy poco y esto hace que vivamos en una sociedad crispada y lo que es peor, enfrentada. La reflexión ha sido anulada por una constante acusación de posiciones ideológicas.

He manifestado en más de una ocasión que estamos inmersos en la búsqueda de culpables de todo lo que sucede en nuestra sociedad y esto no es otra cosa que adoptar la política del avestruz: esconder la cabeza para no asumir las responsabilidades que nos toquen, y puedo asegurar que las tenemos en muchas más ocasiones de las que podemos imaginar. Todo lo que sucede no es otra cosa que una fotografía de la convivencia que tenemos y mientras no entendamos esta situación, no encontraremos arreglo a los errores que se cometan.

Por esto, en el inicio del artículo hacía referencia sobre lo necesario que es el hábito de la lectura, sin duda, también reflexionar y tomar nota sobre las ideas que tenemos, sucede que cuando se leen un tiempo después, quizás no nos parezcan igual que cuando las pensamos.

Al igual que para mantener nuestro cuerpo saludable es recomendable hacer ejercicio y tratarlo con la consideración que se corresponde a una máquina tan perfecta y equilibrada, debemos también ejercitar nuestra mente, la lectura, el estudio y la reflexión, nos darán visiones muy enriquecidas con relación al nacimiento de la idea y esto conformará nuestra voluntad y, de esta forma, nos alejaremos de ser meros servidores de que otros piensen por nosotros. Esta, y no otra, es la mejor manera de entender qué hacemos en la vida y darle la satisfacción de ser el creador de nuestros propios criterios.

Deseos propios

Abandonemos de una vez la fórmula de señalar a los demás y entender que este es un proyecto colectivo y por tanto obra de todos. Como ejercicio imaginemos por una vez que estuviésemos viviendo en una sociedad sin políticos, ¿a quién miraríamos entonces para culpabilizar de lo que sucediese? Al vecino, al pueblo de al lado, al compañero de trabajo, o como decía Forges, al cuñado. No caigamos en esta forma simplista de entender la convivencia. Demos valor y sentido a la democracia y a la libertad, una y otra van muy unidas a la responsabilidad y al respeto. Ser libres no significa hacer de la vida un ignorar al resto y hacer sin límites lo que se quiera.

Participar en el modelo global de vida es mucho más reconfortante que salir a tomar cervezas, nos aporta valor como personas y esto significa que en ocasiones deberemos sacrificar nuestros propios deseos y también sucederá a la inversa que quienes nos rodean, en el ejercicio de respeto hacia nosotros, nos permitirán hacerlo realidad.

No quiero insistir en que la vida es un aprendizaje y que se debe hacer de unos con otros, sin barreras, sin limitaciones y ¡cómo no!, de nuestras propias experiencias y errores que debemos aceptar, y saber que no sucede otra cosa que asumir responsablemente que tenemos una vida compleja y, por supuesto, no eterna por lo que es necesario aprovecharla con la satisfacción de lo bien hecho. Es muy reconfortante.