A ver... Dejamos a los bancos nuestro dinero, domiciliamos las nóminas y los recibos, ingresamos (ojalá) los décimos premiados de lotería, pagamos religiosamente los intereses de las hipotecas y de los préstamos al consumo... Paralelamente les permitimos que jueguen con nuestro dinero, que participen con él en operaciones financieras, que inviertan en bolsa, que adquieran patrimonio, que se hagan con carteras de valores, que financien obras públicas y promociones privadas, que contraten costosas campañas publicitarias, que repartan dividendos y hasta que... se procuren contratos blindados o jubilaciones doradas para los altos ejecutivos y para quienes ahora llaman los CEOS...

A cambio de eso que, repito, depende de que les dejemos nuestro dinero... a cambio de eso, y hablo por experiencia propia, no nos permiten entrar a las agencias sin pedir cita previa, pero cuando la solicitamos por teléfono pasan días y semanas hasta que te la confirmen... Aun así, se forman largas colas en la calle, tanto en el crudo invierno como en el agobiante verano... Una vez logras llegar al interior, el servicio no mejora: desde la pérdida de documentos que han viajado por valija entre dos agencias de la misma entidad... hasta las limitaciones para hacer ingresos en efectivo en tu propia cuenta... o gravarte con comisiones de 10 euros por «conteo de monedas»... Hoy he sido testigo de cómo una pareja de edad avanzada decían enfadados, aunque sin levantar la voz, que estaban dispuestos a esperar allí sentados hasta que les atendieran, porque no lograban que les cogieran el teléfono para una cita...

'Banca en línea'

¿Y qué decir de la 'banca en línea' (me niego a emplear el inglés)? Desde cajeros en los que solo se ven reflejos o en los que el tamaño de la letra dificulta la lectura, hasta el suplicio que para las personas mayores, y bastantes de mediana edad, supone ya el mero hecho de acceder a tu operación: entre el lío del 'nombre de usuario', la 'clave', el 'pin', la 'clave de firma', el 'correo-e' del 'cambio de contraseña'...

O sea, a ver si lo entiendo... Se quedan con el dinero de nuestra nómina o pensión, operan con él con total libertad, y cuando requerimos sus servicios nos dicen: «Hágaselo usted mismo».

Y luego está la política de cerrar sucursales y en las que quedan abiertas nos animan a que operemos con los cajeros

Y luego está la política de cerrar sucursales y en las que quedan abiertas nos animan a que operemos con los cajeros, como si solo fuesen bienvenidas las personas que van a tratar operaciones financieras de altos vuelos. Pero no nos quejemos, que en la zona rural abundan las localidades sin ningún cajero y en las que muchas personas tienen que recurrir a vecinos que se desplazan a la cabecera de comarca para que les saquen dinero. Poco importa que para ello tengan que facilitarles su número secreto, lo cual es un contrasentido cuando lo propician entidades que alardean de «seguridad».

«Exclusión financiera»

En fechas recientes parece que Correos va a instalar 1500 cajeros automáticos en zonas rurales para luchar contra la «exclusión financiera». Con lo que se hace patente la necesidad de que exista una Banca Pública que atienda a todas las personas y ciudadanos que pagan impuestos y a las que las «entidades financieras con ánimo de lucro» no consideran oportuno atender. Y que no nos vengan con el mantra de que Europa no lo permite, porque en Francia, en Alemania, en Italia, en Bélgica... coexiste la banca pública con la privada. ¿Por qué aquí no?

Para terminar. Mi respeto y empatía para las y los empleados que, en unas condiciones laborales cada vez más difíciles, nos reciben, nos atienden y nos hacen las gestiones con amabilidad. Respeto que no hago extensivo a esos altos ejecutivos que solo buscan lucrarse a toda costa. A esos que se creen que somos tontos... ¿tendrán razón?