Triste, real y sin solución perceptible. El último pleno de nuestro Parlamento, sobre la reforma laboral me recordó la magnífica película 'El nombre de la Rosa', de J. J. Annaud, basada en la atractiva novela de Umberto Eco. En ella aparecen de forma destacada los expresivos semblantes de todos los personajes, cada cual retratado según su rol. Se permiten ahora ver las múltiples plataformas que transmiten las imágenes parlamentarias. He tenido la sensación de contemplar, a través de esos rostros, una gran farsa, con final desolador. La farsa está servida, pero no en una película, sino en el Congreso, la mayoría de cuyos actores, con el sustento (eso, sí) asegurado carecen de atractivo y elegancia.

El debate sobre la reforma laboral pudo titularse 'El nombre de la chapuza', donde hay personajes que pregonan pulcritud desde la deshonestidad, se proclaman defensores de valores morales mientras rompen las mas básicas reglas del respeto y el reconocimiento a la dignidad del otro, que mienten legalmente para justificar gastos por su supuesta actividad, que hablan de justicia cuando encarnan y reproducen privilegios, que se comprometen a defender lo público pero se lo apropian y que deshonran sus responsabilidades y las entregan al mejor postor. ¿A qué dar nombres, si es público el elenco de la obra?

El espectáculo toma forma de debate en el que participan destacados miembros del gobierno «socom»: Yolanda la diva, Pedro el mitómano, los coadjutores peperos y otros subdiáconos y acólitos con menor relevancia. Sin duda que hay dónde elegir, si bien reparto y argumento son siempre los mismos, porque también escasea la imaginación.

Con unas pocas palabras fetiche –derecha, izquierda, fascista, golpista, rojo, franquista– y un buen puñado de insultos exhiben su estilo político

Expresión facial

Con unas pocas palabras fetiche –derecha, izquierda, fascista, golpista, rojo, franquista– y un buen puñado de insultos exhiben su estilo político y su pretensión de resolverlo todo. Cuando no les basta, añaden alguna chabacanería especializada, más o menos grosera, que aprendieron durante su capacitación partitocrática. La última función del fue el día 3: así se justificaba un «gran cambio» que es más bien lo contrario, pero que justifica el alarde pirotécnico.

Uno de mis más venerados maestros me enseñó, ya hace largo tiempo, a atisbar el posible contenido cerebral mediante la observación de la expresión facial. Como en el filme de Annaud, se conocen el pensamiento y la forma de actuar por los gestos faciales, si bien en este caso la mascarilla oculta partes importantes de la cara; no obstante, permite aún analizar con seguridad la mirada y la frente, donde también puede captarse la existencia de fraude.

Hagan la prueba en las imágenes emitidas por TVE. Vean las caras de los participantes al anunciar el primer resultado de las votaciones (negativo) y el resultado final, contrario y pactado. ¿Con quién?. Corresponde a cada uno decidirlo. Hay finales abiertos. Como en el libro de Eco, del Parlamento (quiero decir, de la rosa) ya solo queda el nombre desnudo.