Frase que, en cuanto te salías un mínimo de lo ordenado, escuchabas en casa, en la escuela, la plaza del pueblo, el corro de  señoras haciendo encaje o de señores dándole gusto al naipe o al dominó. Contrasta aquello con el día de hoy, cuando algunos llaman interesadamente liberalización democrática a una perversión del concepto y la práctica de la libertad, Es comprobable que se ha convertido a la delincuencia en algo digno de premio; y al robo, en política activa de cámaras legislativas y ejecutivas, tras acuerdo y oportuno intercambio de maletas y bienes. La ocupación de casas como requerimiento formal de habitabilidad, el suspenso suficiente para pasar de curso, la prostitución de poderes como medio ideal par el triunfo político, y tirar la piedra y esconder la mano, mérito para presidir un Gobierno, un Congreso o un Senado; y si, además,  te domina la incultura y cometes faltas de ortografía (¡qué exigencia, saber escribir!) llegas a representante de la voluntad nacional con derecho a asesor agradecido, que te ayudará a esconder la mano después de tirar la piedra.

No importan tu ideología ni tus creencias: las leyes de la  neolibertad que rige esta zona sur del continente apoyarán incondicionalmente cualquier iniciativa que tomes, siempre que no superes la incompetencia gobernante y tengas fe mínima en la oposición. No sientas vergüenza. Estás en el paraíso democrático del sur de Europa.

Añoranzas

Si discrepas de esta situación, te contestarán que no eres progresista. Cuando un profesor sabía lo que decía, y cómo lo decía, se llenaba el aula y era solicitado como buen docente, pues los alumnos lo extrañaban cuando faltaba. De similar manera, ¿no se está echando en falta a gente política como la de la Transición? Incluso hay quien añora el régimen anterior. ¿No será por incompetencia manifiesta de los gestores en estos últimos años de democracia? Sería triste no aprovechar lo que nos enseñaron nuestros antepasados de ambos lados y volver a los desvaríos bárbaros del 34 y del 36.

¿No les da vergüenza? Claro que, para sentir vergüenza hay que tenerla. Y de eso, por lo menos en el Gobierno y colaboradores hay poca. Solo saben tirar la piedra y esconder la mano. Como en estos últimos días. Por no decir otro tanto del primer partido opositor y de su más reciente trifulca, tan escandalosa como desalentadora.

Y después de tantos casos y decepciones, algunos todavía pican. Sin comentarios. Siempre me manifesté como pensaba. Ahora que, por edad,  me queda poco  para verlo todo desde otra perspectiva, no voy a cambiar. No quiero.