Las últimas décadas se han convertido en una auténtica montaña rusa. El siglo XXI apenas cuenta con 22 años de vida pero han sido tantos los acontecimientos que se han sucedido en este corto periodo de tiempo que bien podría decirse que atesora la experiencia de un adulto que mira de frente hacia el final de su ciclo vital. El cambio de moneda al euro, los atentados terroristas en la estación de Atocha de Madrid, el ataque a las torres gemelas de Nueva York, la gran recesión de 2008, la pandemia del coronavirus y ahora la invasión de la Rusia de Vladimir Putin a Ucrania han sido hitos que se han producido en cascada ante la atónita mirada de medio mundo. Este siglo apenas ha dado un respiro. 

El frenético carrusel de acontecimientos, que sin duda pasarán a la historia, ha puesto a prueba a gran parte de la humanidad y ha provocado que palabras como resiliencia se cuelen, cada vez con más frecuencia, en nuestro vocabulario. Hoy no resulta extraño oír a la gente decir que «todo podría ser incluso peor» dadas las circunstancias. No es un consuelo. O sí, según se mire. 

El caso es que las personas parecen preparadas para asumir con mayor estoicidad el devenir de los acontecimientos. Los asumen, los interiorizan y se tratan de sobreponer a ellos. Esa capacidad de adaptación se ha convertido en un salvavidas durante estos años. Eso sí, comienza a pasar factura. 

La firmeza, el aguante, la flexibilidad para afrontar retos, esa resistencia y el temple demostrados para encarar momentos difíciles es uno de los avales para acometer con garantías lo que está por venir.

La firmeza, el aguante, la flexibilidad para afrontar retos, esa resistencia y el temple demostrados para encarar momentos difíciles es uno de los avales para acometer con garantías lo que está por venir. En definitiva, convivir con la incertidumbre forma parte del manual de supervivencia de los próximos años. 

La crisis del coronavirus, por ejemplo, ha puesto a prueba el sistema sanitario nacional, pero en Aragón la pandemia ha sido especialmente dañina. La comunidad ha sufrido siete olas epidémicas frente a las seis del resto de España y, por tanto, su sistema sanitario ha estado más expuesto y tensionado. Sus profesionales han exhibido una resistencia a prueba de bombas, aunque las heridas de la batalla son múltiples.

La economía también se ha visto golpeada por la recesión y por el covid. Sin embargo, la capacidad de adaptación se ha convertido en el mejor aliado del sector del automóvil. La crisis de los semiconductores ha obligado a estirar como un chicle la flexibilidad en Figueruelas pero también a idear soluciones sobre la marcha. De un día para otro. Literalmente. Resulta inverosímil que los fabricantes de automóviles no pudiesen producir porque faltaban microchips. Pero eso ha sucedido y sigue ocurriendo, aunque afortunadamente con menos intensidad.

Mientras, la principal entidad aragonesa, Ibercaja, afronta un año decisivo para dar el salto a los mercados. Su salida a bolsa, sin embargo, se ha retrasado cuando estaba todo listo. La reestructuración del sector financiero, el covid y, a última hora, la guerra de Ucrania han obligado a posponer su estreno en el parqué, algo que hoy es todavía una incógnita. 

El desasosiego es transversal. Se vive en la política (que se lo cuenten al PP que ha vivido estos días su particular vía crucis), que afronta meses sin horas en el reloj. La hostelería intenta levantarse del enésimo golpe de la pandemia y los agricultores cruzan los dedos para que por fin llueva y los precios echen el freno. 

Mientras, los ciudadanos pagan incrédulos un recibo de la luz disparado, llenan la cesta de la compra con el temor de pasara por caja y tratan de evitar una gasolinera porque la nómina no se puede estirar más. 

Los ciudadanos pagan incrédulos un recibo de la luz disparado, llenan la cesta de la compra con el temor de pasara por caja y tratan de evitar una gasolinera porque la nómina no se puede estirar más.

Miles de hogares se levantan cada día y se asoman al precipicio de una rutina que ha dejado de serlo. ¡Bendita rutina! La incertidumbre, en definitiva, es la gran protagonista de este siglo, salvo en contadas excepciones, por desgracia. Si al menos, el Real Zaragoza lograse de una vez por todas el ascenso a Primera División o diese carpetazo al culebrón de la venta del club habría algo a lo que agarrarse. Pero ni por esas. Hasta entonces echen mano del manual de resistencia.

*Subdirector de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN