Una de las características más frecuentes del lenguaje periodístico es el pleonasmo: dos ejemplos, de campos distintos, pueden ser falsos mitos y brutal paliza. Pleonasmo periodístico sería un tercero. En otras ocasiones no se reitera, sino que se escamotea parte del significado o se cuela uno adicional. Por ejemplo, cuando se habla de cordón sanitario a la ultraderecha en nuestro país en realidad se habla de cordón sanitario al Partido Popular: las variantes de la gran coalición se han descartado en España, así que el efecto de esa asimetría es que el PSOE puede pactar o recibir el apoyo de quien quiera, mientras que el PP, como ha escrito Manuel Arias Maldonado, solo puede pactar consigo mismo. Parece difícil que el argumento pueda hacer mella en un número significativo de votantes conservadores; pero probablemente el objetivo tampoco es convencerles. En sus mejores momentos, la palabra significa lo contrario de lo que parece: intolerable solo designa cosas que se toleran, decir que alguien es famoso suele indicar que no es lo bastante célebre como para prescindir del calificativo, el adjetivo inclusivo se emplea para excluir a alguien, el único contenido del término consenso es señalar a quien está fuera y los mayores defensores del pacifismo parecen indiferentes a la masacre en Ucrania.

Otro oxímoron es decir «Sánchez confirma», mientras que la combinación de la promesa de que la factura de 2021 sería similar a la de 2018, con su alambicado ejercicio de trilerismo contable, y la atribución de toda la inflación a la guerra de Putin nos sume en un bucle espacio-temporal. Los comunicados del Ministerio de Exteriores de Marruecos y el del Gobierno español sobre el acuerdo para cerrar la crisis diplomática entre los dos países dicen cosas diferentes.

Hablar de violencia de género, doméstica o intrafamiliar sirve sobre todo para situar a uno en un campo, no para tratar de solucionar el problema. Luego hay otras cosas que son buenas o malas según quién las haga, o contra quién. Así, hace unos meses las coacciones de los piquetes se despenalizaron, y ahora el Gobierno alerta contra las coacciones de los piquetes en la huelga (o paro patronal) de un sector de los transportistas. La ministra de Trabajo, tan locuaz cuando se trata de hablar de la nada y asimilados, aquí se muestra prudente y silenciosa. El gobierno atribuye la protesta a grupos de ultraderecha: en esto convendría ser cuidadosos, porque podría acabar ocurriendo que el rasgo definitorio de ultraderecha sea protestar contra el gobierno.