Síguenos en redes sociales:

Rosalía

La polémica sobre Rosalía demuestra que, incluso en las circunstancias más terribles, el ser humano tiene la maravillosa capacidad de apasionarse con lo banal. Pero me chirría un poco tanto cuarentón preocupado por las letras (¡las letras!) de esta chica, como si ellos solo leyesen a Holderlin y Bjørnstjerne Bjørnson sin parar. Y qué decir de mis admirados cincuentones; ellos, que tal vez celebraron las canciones de Ana yJohnny e incluso cosas peores en los setenta como un tributo a la libertad sexual, que soportaron aquellos gritos femeninos que traumatizaron nuestra infancia y aquellos obscenos temblores llenos de pudor impostado, aquel tremendo tono masculino que Salvador Perpiñá definió en un alarde de perfección sentimental como «empalmado pero didáctico», inventando el 'mansplaining', ellos critican a Rosalía por comercial y medio porno.

Una peineta

Pero su voz y sus muslos se imponen con alegría, no son la España cañí caliente por los aires nuevos de la transición, ni siquiera la otra España también cañí que se reinventó en los ochenta y se puso almodovariana; no, es una España de voz distinta y buen culo que se ha formado con seriedad y que ha hecho sus cuentas y ha dicho: pa’lante. Y encima ha encontrado el éxito. Imperdonable. Creo que ha hecho una peineta a cierto machismo y a cierto feminismo que tienden a dar modelos de feminidad y a juzgar a quien se salga de ellos. Horror, en la música latina las mujeres pretenden gustar a los hombres y no lo disimulan. Se cosifican. El heteropatriarcado y qué sé yo.

Las canciones son, para empezar, ficciones, propuestas de entretenimiento y emoción, píldoras de placer. Y no es obligatorio consumirlas ni extraer de ellas nuestra conducta vital. De hecho, pueden seguir escuchando a Ana y Johnny con toda tranquilidad. O a Bach.

Pulsa para ver más contenido para ti