El Periódico de Aragón

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Daniel Gascón

Goya en Ucrania

Vamos al Museo Goya una mañana y miro la serie de Los desastres de la guerra: la barbarie y la crueldad, el heroísmo y la miseria, la denuncia y el fatalismo, las ejecuciones y las torturas, la hambruna y la muerte, ese paisaje de pesadilla que es a la vez hipnótico e insoportablemente real. Me fijo en las ilustraciones de las mujeres: una extrañamente celebratoria con Agustina de Aragón en el cañón, otra que muestra una lucha confusa de civiles y soldados , una escena donde un soldado intenta violar a una civil, mientras una anciana va por detrás a acuchillar al agresor: No quieren, se titula.

Miro otras imágenes de esa crónica fragmentada: los caminos, los árboles, todo un país convertido en un lugar de barbarie y devastación. Están el momento del horror y lo que queda después. Muestran a prisioneros ejecutados por pelotones de fusilamiento, con los ojos tapados y un aire de resignación, represalias, linchamientos, la fosa común de Enterrar y callar. Pienso en la frase de André Malraux: «El Bosco introduce a los hombres en un universo infernal, pero Goya introduce lo infernal en un universo humano».

Ve también las imágenes de Bucha: los cadáveres maniatados, la mano de una mujer muerta junto a un llavero, los vídeos y los textos con los testimonios de los supervivientes, las fosas comunes y una mujer que reconoció a su marido muerto por la ropa, porque una bala lo había desfigurado, lo enterraron para que no se lo comieran lo perros, los cadáveres convertidos en bombas-trampa. Veo el texto y las fotos de Santiago Palacios en Revista 5W, las informaciones de Alberto Sicilia. Llegan noticias de otras ciudades destruidas, de otras atrocidades cometidas por el ejército de Putin en Ucrania.

Los grabados de Goya, producto de un contexto personal e histórico muy preciso, hablan también de esa guerra. Me parece inevitable que fuera el pintor preferido de Christopher Hitchens, que escribió: «Nada puede ser más moderno que Los desastres de la guerra, con una atención casi sádica al detalle». Ha escrito Juan Claudio de Ramón que todas las guerras son la misma guerra. Son la misma aunque sean muy distintas: comparten la característica esencial de la destrucción de esas vidas infinitamente valiosas porque son infinitamente diferentes. El agresor borra todas las distinciones e impone solo una, y esa es una de las irrupciones de lo infernal en el universo humano que supo mostrar Goya.

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