Hoy se cumplen once años del 15M. Aquel movimiento que empezó en las plazas de las ciudades y acabó, principalmente, en los equipos de gobierno de muchos ayuntamientos, como el de Zaragoza. Provocó la unión de buena parte de la izquierda, pero el paso del tiempo ha cambiado mucho los conceptos. En un contexto de crisis económica y descrédito político, los indignados dijeron «basta» y se organizaron en 2011. Ahora, la contestación social ha desaparecido prácticamente del país y las expresiones de malestar que surgen no tienen por qué estar capitalizadas por la izquierda. Entonces había que unirse frente al poder establecido y se pusieron sobre la mesa cuestiones como el feminismo o los desahucios iniciando la ruptura del bipartidismo. Ahora, el auge es del ecologismo y de la periferia, de la ebullición de fuerzas territoriales y de la idea del «nuevo contrato social». Frente a las elecciones autonómicas y municipales del próximo año, unos quieren unidad de la izquierda y otros la ven pero desconfían, son pesimistas. Porque, una vez más, hay que poner de manifiesto que estamos en un país con izquierdas, no con una izquierda.

Desperdigada

Y esto siempre ha sido un problema a la hora de configurar mayorías. Mientras la derecha se presenta dividida pero concentrada, la izquierda está desperdigada. Se ha visto estas semana atrás en Andalucía y podemos ver en Aragón cómo se intenta avanzar en escenarios en los que no todos coinciden. Este próximo martes habrá una reunión promovida por Zaragoza en Común (ZeC) con el fin de llevar a cabo un llamamiento por la unidad de la izquierda en el que se reivindique la necesidad de poner en común medidas, programa y poder responder a esa parte de la sociedad zaragozana que clama por un solo grupo de izquierda. Pero, de entrada, ya hay un partido político que queda al margen totalmente, al menos en la contienda electoral, otra cuestión es el día después de los comicios: CHA. Desde hace tiempo, esta formación ha pivotado entre alianzas y coaliciones sin salirse de su círculo, y va a seguir igual, en la línea de Más País. Y entre Podemos, IU y ZeC, diferencias y personalismos hay en exceso. Este es el principal escollo a solventar. Cierto es que la voluntad de unos y otros es ahora mayor porque se necesitan todos y saben que es la única manera de no dejar votos perdidos en el camino algo que va a ser vital dada la fragmentación que se avecina.

"Vótame a mi frente a los otros"

El argumentario político entre las izquierdas está muy próximo, por lo que no debería ser un inconveniente para ir juntos. Es lo que intenta hacer la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, si al final logra organizar un grupo político a nivel nacional en torno a ella. Si en toda España, Unidas Podemos reunió hace unos años a IU, Equo y otros partidos de izquierda, de la misma manera tendrían que intentar unificarse en territorios como Aragón, en torno a la miembro del Gobierno central. Y así lo piensan bastantes militantes y seguidores. Pero hay más dificultades. La primera, superar la batalla personal de cada colectivo, que, aunque ahora podría ser más fácil de avanzar, está presente entre muchos miembros de estos grupos. Pero después vendrían dos cuestiones que son menos fáciles de superar. Ligada a la anterior, una complicación es que los colectivos de izquierda están acostumbrados a lanzar un pésimo mensaje: «Vótame a mi frente a los otros». Viene derivado de muchas de esas rencillas, pero es una forma de crear colectivo que genera rechazo en una buena parte de la sociedad. No debería ser ese el reclamo y eso deberían revisarlo todas las formaciones de izquierda. Hay que pedir el voto con argumentos y proposiciones. Otro problema difícil de superar es el cambio continuo de la denominación de la marca electoral. ¿Van a entender los votantes la presencia de nuevos nombres en los futuros comicios? Harían bien las izquierdas reunidas en torno a un solo grupo en huir de la aparición de siglas o denominaciones nuevas. Es evidente que resta confianza a la sociedad y a la larga son votos perdidos por la dispersión. Tienen trabajo para formar y liderar un solo grupo que haga frente a la derecha y al bipartidismo. Cualquier cosa, menos reproducir la desunión con la que la izquierda se presentó a las elecciones locales y regionales de hace tres años.