El Periódico de Aragón

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Juan Bolea

Sala de máquinas

Juan Bolea

Laboratorio forense

Hace ya muchos años, Patricia Cornwell consiguió popularizar a su investigadora, la doctora Kay Scarpetta. Médico especializada en la investigación y en el laboratorio forense, esta doctora de fantasía, pero con trazas reales, una vida verosímil, amigos y amantes, dio tan buen juego en la ficción que su autora le dedicó toda una serie de novelas, cuya lectura sigue siendo hoy muy recomendable.

Pero, si de crímenes reales hablamos, y si de verdad queremos introducirnos en la ciencia forense, lo mejor sería consultar a una bióloga tan experimentada como Isabel Navarro, directora del Laboratorio Citogen, con sede en Zaragoza.

En la Casa de la Cultura de Andorra, donde dio una interesante conferencia, Isabel Navarro insistió en que la genética forense, a la que suelen sumarse técnicas y análisis de antropólogos y arqueólogos, se esfuerza sobre todo en individualizar los restos. Si éstos fuesen, pongamos por caso, óseos, su identificación comenzaría por los huesos impares (cráneo, coxis…) para, una vez recompuesto el individuo en la medida del deterioro causado por el tiempo, tratar de obtener su ADN.

Este segundo y complejo capítulo exige la aplicación de reactivos químicos a fin de descalcificar la parte ósea, obtener polvo de hueso y lograr alcanzar el núcleo de las células. Otro campo a explorar sería el mitocondrial. A menudo los laboratorios, para mayor seguridad, combinan los resultados de dos muestras de ADN: nuclear y mitocondrial. No obstante, el perfil genético obtenido de esos determinados restos humanos solo será realmente útil si puede compararse con algún familiar vivo.

Isabel Navarro se refirió asimismo a otros temas de actualidad en los que la genética forense puede jugar un papel decisivo en un conflicto familiar o en una instrucción judicial: memoria histórica, niños robados, pruebas de paternidad… Todo un abanico de situaciones, casi ninguna agradable, para que la ciencia arroje luz sobre enigmas o secretos procedentes de la historia remota (investigación de los restos de reyes de Aragón o del Justicia Juan de Lanuza, por ejemplo), el pasado más reciente (fosas comunes de la guerra civil) o el robo, la suplantación o negación de la propia identidad.

Policías, detectives, fiscales y jueces consultan con frecuencia a estos laboratorios, cuya labor, cada vez probatoria, refuerza y orienta la suya.

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