El Periódico de Aragón

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Daniel Gascón

Delante de tus narices

Daniel Gascón

Tres planos de la guerra

El ensayista David Rieff ha escrito que la guerra de Ucrania puede ser la primera en la que los daños colaterales se vuelven globales. Ucrania y Rusia producen el 30% del trigo del mundo; los efectos de la contienda serán devastadores en África y Oriente Medio. El regreso de la guerra a su papel central representa «una forma de globalización especialmente maligna, donde una guerra en un lugar que no podía estar más lejos de tus preocupaciones, los de tu familia o tu país puede terminar haciendo que mueras de hambre».

Simon Kuper ha escrito sobre el cinismo de Europa occidental. Hablamos de una Europa unida, pero la visión es distinta para quienes ven a Rusia como una amenaza existencial –los países del Este, y también Suecia y Finlandia– y quienes se ven más preocupados por otros efectos: el peligro nuclear, la inflación, una escalada. La determinación de los países del Este y de Estados Unidos les impulsa a apoyar a Ucrania, pero hay vacilaciones. La causa también depende de la atención de una opinión pública que tiende a distraerse (Esto se ve con el peligro nuclear: parece preocuparnos menos, como si el riesgo de caer cuando caminas por la repisa de una ventana disminuyera conforme más tiempo te paseas por ella). Algunos –no me refiero ahora a los que señalan que el verdadero peligro es la OTAN y envuelven en retórica pacifista adolescente la connivencia con el criminal– señalan la conveniencia de alcanzar un alto el fuego, donde Ucrania acepte la pérdida de parte de su territorio, los precios de la energía bajen, y todos nos quedemos más tranquilos. Según ellos, Putin es un tirano asesino y el comportamiento de Ucrania ha sido heroico, pero es hora de ser razonables.

En Ucrania, lo razonable es diferente. Un informe de New Lines y el instituto Raoul Wallenberg denuncia asesinatos masivos, políticas genocidas, el uso del hambre, la violación y la violencia sexual como armas de guerra por parte del ejército ruso. La Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU estudia las deportaciones forzosas de huérfanos ucranianos a territorio ruso. En mayo, Rusia había informado de la relocalización de un millón de personas, entre ellos 180.000 niños. Esta semana se hablaba de 300.000 menores deportados. Putin juega con los tres planos: responsabilizando a sus víctimas de un Holodomor global que ha desatado él, buscando la desunión y la fatiga de los países occidentales, empleando tácticas criminales en Ucrania. La certeza de que no podemos fiarnos de Putin implica cosas muy distintas en un lugar u otro. En Ucrania es un asunto de vida o muerte.

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