El Periódico de Aragón

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Juan Bolea

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Juan Bolea

El arte de mentir

Tuve la suerte de conocer a Marta Fernández cuando escribió su novela Te regalaré el mundo, un deslumbrante ejercicio literario que revelaba no solo un universo propio, sino también un estilo personal. Más allá de las cámaras de televisión que tan popular la hicieron al frente de los informativos de una cadena nacional hoy intervenida por los agentes de la globalización, se revelaba ya como una autora de tanta técnica como imaginación y capacidad narrativa. Marta Fernández regresa ahora a las librerías con un ensayo –La mentira. Historias de impostores y engañados (Harper Collins)– que me ha robado dos tardes pero regalado mucho tiempo hacia atrás y hacia adelante. Enriqueciendo mi memoria con multitud de personajes y episodios que tenía un tanto olvidados y programando mi futuro con nuevas reflexiones e ideas.

Entre ellas, algunas derivadas del legado de Orson Welles, personaje que ocupa un capítulo en La mentira, y a quien la autora ve como uno de los grandes magos de la ficción. No en vano, en efecto, fueron sus guionistas quienes elevaron los llamados Mac Guffins de simples y engañosos efectos a motores de la acción. «Rosebud», por ejemplo, la misteriosa palabra repetida en Ciudadano Kane como la última pronunciada por el magnate no encubría un misterio sustancial para la trama, sino un recuerdo de infancia... Sin alejarse de Welles, Marta Fernández repara asimismo en el protagonista de uno sus documentales, el falsificador Elmyr de Ory. Una vez los espectadores se adentran en su arte como copista de cuadros famosos acabarán por no distinguir tampoco el original de la copia, la verdad de la mentira...

Como tampoco la distinguían muchos de los otros estafadores, manipuladores, farsantes, embaucadores, artistas y creadores de todo tipo que pueblan las páginas de La mentira en una auténtica fiesta de locos o catarata de destinos rotos por la ambición, la locura, la cárcel... Personajes como Victor Lustig, amigo de Al Capone, que intentó vender la Torre Eiffel; como Phineas Taylor, quien aseguraba exhibir en sus espectáculos esclavas de más de 160 años: o como Martin Kraegel, supuesto poseedor de los cuadernos perdidos de Scott Fitzgerald demuestran que las fake news vienen tan de lejos como el arte de la simulación. Un libro mágico.

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