El Periódico de Aragón

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Julián Buey

EL ARTÍCULO DEL DÍA

Julián Buey

Al amigo, ni agua

La búsqueda de enemigos es una táctica fácil de pergeñar en la búsqueda de la cohesión

La fabricación de enemigos externos entre los amigos más cercanos ideológicamente y, ya puestos, si viene a pelo, también internos, es una táctica relativamente fácil de pergeñar en la búsqueda de la cohesión interna de las organizaciones. Le pones un poco de empeño en sacar de quicio algunas diferencias políticas muy fácilmente salvables y que, sin embargo, son absolutamente saludables si se acometen con normalidad democrática. Si además de las diferencias, cargas sobre las espaldas de los/as candidatos/as a próximas enemistades preferentes, enormes mochilas bien llenas con un buen cúmulo de aviesas intenciones que, seguro, seguro, atentan contra las esencias de tu limpísimo, purísimo e imprescindible proyecto político, el plato está servido. La utilización de agravios, ofensas, alguna metedura de pata, palabras poco afortunadas etc, también ayudan.

Estas tácticas movilizan emociones y son muy eficientes para conseguir una sensación momentánea de cohesión... Pero ojo, estas prácticas entrañan un alto riesgo de sectarización, que pueden hacer perder pie de la realidad y llevar a procesos de aislamiento y pérdida de relevancia social primero y electoral después. Y con eso aumenta las posibilidades de caer en un bucle perverso en la búsqueda de nuevos enemigos, cada vez más cercanos... Y no pasaría demasiado, la verdad, si esto fuera un problema que se limitara a afectar el prurito de las organizaciones o el ego de algunas de sus dirigencias. Pero es que esto no va de ganar una liga o un torneo para obtener una copa. Es que esto no es un juego virtual, un serie o una fantástica película. Esto va de si se pueden sumar las voluntades y votos suficientes para poder desarrollar políticas que pueden beneficiar y facilitar la vida a millones de personas.

Es que esto va de si la lucha de clases emprendida por las derechas de este país lleva a gobernar cada vez con más descaro para los intereses de la suya, de los menos pero con más recursos. Va de libertades, de progreso, de estado de bienestar, de educación, de sanidad, de pensiones, de llegar a final de mes.

Si alguien piensa que mis palabras están motivadas por algunas intervenciones en un importante evento político de este pasado fin de semana, he de reconocer que en parte, sí.

Pero si alguien piensa que van dirigidas en exclusiva para ellas, he de decir que no. Que desgraciadamente, esto ni es nuevo, ni exclusivo de nadie. Es un mal bastante extendido. Y desde hace mucho. Y no parece que, para desgracia general, lleve camino de la extinción.

Tengo la convicción de que el camino a transitar, codo a codo las gentes y organizaciones progresistas de nuestro país, debería ir en la dirección opuesta; el encuentro, el diálogo, la búsqueda de lo común, el reconocimiento y respeto mutuo, el poner sobre la mesa todos aquellos matices en aspectos ideológicos y programáticos que puedan generar desencuentros... también aquellos en ocasiones difícilmente confesables, que existen y hasta tienen su lógica, que pueden tener un peso desmesurado en las dificultades para caminar juntos. Es una dirección en ese caminar juntos que debería serviría para superar barreras, no para levantar obstáculos cada vez mayores. Y ver hasta dónde se puede avanzar en el acuerdo, ahuyentando los viejos y nuevos fantasmas cuanto antes y despejando el panorama con acuerdos y con tiempo suficiente.

Ante nosotros, unos procesos electorales a los que poder ir con ilusión colectiva y multiplicando, en lugar de afrontar varias papeletas ante las que la ciudadanía progresista se pronuncie con un voto excesivamente fraccionado, o decida pronunciarse quedándose en su casa con un cabreo superlativo.

¿Buenismo? Es posible. Pero creo que, todo caso, un buenismo compartido trasversalmente por muchas gentes que nos ubicamos en las diversas izquierdas. También creo en el poder de las palabras, los gestos, la generosidad, la empatía, para poder superar los obstáculos, cuando tanto está en juego.

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