El Periódico de Aragón

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Carolina González

El mundo de los listos

Vivimos tiempos raros, como canta Kase O. Lo hacemos especialmente desde hace un par de años pero seguimos inmersos en este bucle de anormalidades y excepcionalidades que creíamos que acabaría en cuanto superáramos la pandemia.

Los acontecimientos absolutamente sorpresivos siguen sucediéndose. Los casos de hepatitis infantil, la guerra en Ucrania, la inflación disparada, Shanghái otra vez confinada por el covid… y por si fuera poco, algunos políticos suben su granito de arena al carro del desconcierto y el caos.

Adelantos electorales aparte, los partidos independentistas han entrado en la comisión de secretos del Congreso y algún portavoz parece que ha hecho de todo menos eso, guardar los secretos que allí se contaron. Otros no han perdido ni un minuto en intentar sacar tajada y ya anuncian denuncias por revelación de información confidencial. También los hay que quieren presentarse en coalición a unos comicios y lo hacen fuera de plazo. Y quien anuncia nueva formación política pero sin candidatos.

A cuenta de unos Juegos Olímpicos no falta tampoco el desencuentro entre comunidades vecinas y no bien avenidas

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Pero aún hay más. Los socios de Gobierno siguen a la greña tras el enésimo desencuentro y con, otra vez, la ministra de Defensa por medio y la de Economía pululando cerca de la polémica. A cuenta de unos Juegos Olímpicos no falta tampoco el desencuentro entre comunidades vecinas y no bien avenidas en las que una sigue empeñada en quedar por encima de la otra alegando nadie sabe qué. Digo yo que resultaría todo más fácil si se repartieran pruebas y modalidades al 50% y santas pascuas. Pero no. Es lo que tiene el ego, que es lo que precede al egoísta y al ególatra.

Y a río revuelto, ganancia de pescadores. Un grupo que muchos creen pequeño se apresura a desplegar sus redes para atrapar todo lo que pueda. Qué más da a costa de qué o de quién porque saben que la mayoría de «sus» peces están dispuestos a caer sea cual sea el precio a pagar.

En este maremágnum, la mayoría sigue haciendo filigranas por conciliar, llegar a fin de mes y no morir atragantado cuando ve las noticias. A la vez, mirando con preocupación si tendrá que volver a ponerse la mascarilla y otra ola complicará la vida.

Hay días que el sinsentido parece adueñarse de todo. Dan ganas de bajar la persiana. De colgar un cartel en la puerta de «cerrado por agotamiento mental ante tanta sinrazón». Pero entonces te acuerdas que es primavera, que las vacaciones esperan a la vuelta de la esquina y no nos importará, aunque sea por unos meses, quién gobierna, quién gana las elecciones o qué presidente de compañía eléctrica nos llama tontos sin reparos. Qué más da. Los idiotas también necesitamos descansar de tanto listo.

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