El lamento es unánime en todas las cofradías gallegas. El esperado reencuentro que, tras la tragedia del Prestige, los mariscadores tuvieron con las rocas que crían el percebe evidenció las peores sospechas. Las capturas del preciado marisco se han reducido a la mitad. Además, temen que la situación empeore.

Los perceberos de la Costa de la Muerte reiniciaron su actividad el pasado 1 de octubre. En todos estos días, la brava mar apenas les ha dejado salir a faenar poco más de 15 días. "Las piedras están tristes. Hay poquísimo percebe. Ha muerto toda una generación y eso ha impedido una regeneración natural", asegura Suso Paz, percebero de Muxía.

PEQUEÑOS Y FEOS Cada día es más difícil alcanzar el cupo de seis kilos de percebes diarios que les está permitido arrebatar a las rocas. Rafaela Roa, mujer de Suso, demuestra con sus facturas de venta en la lonja la escasez del crustáceo. "El primer día que salimos al mar apenas sacamos los cuatro kilos. Y eso que teníamos unas ganas locas", señala. Su suegra, Claudina Búa, percebera jubilada, dice más: "Este percebe es bueno para comer, pero no tiene el color vivo de antes. Las rocas han sufrido mucho y les cuesta criar percebes rollizos. Han dejado de ser bonitos".

Los mariscadores evitan a toda costa tirarse piedras sobre su propio destino, pero intuyen que algo no va bien. En la aldea de Santa Mariña el lamento esconde la misma incertidumbre ante el futuro. José Manuel Blanco, alias Chocolate, apenas reunió el viernes tres kilos de percebes de las rocas de Arou. Y pequeños. No consiguió más de 20 euros (3.200 pesetas) por kilo. "Hay muy poquitos y esto no arranca", dice. Y lo peor. "Los percebes están repartidos de manera desigual. En un racimo encuentras dos muy hermosos pero también 10 crías, y si las arrancas estás matando tu propio pan de mañana", certifica el vicepresidente de los perceberos de Muxía, Angel Lema.

BUENAS PIEZAS ESCASAS Los problemas también los vive Luis Pérez García, un mayorista de marisco que cada semana reparte 300 kilos de percebes en diferentes pescaderías y restaurantes de media España. "Cada día es más difícil abastecer a mis clientes", asegura. ¿Solución? "Antes compraba en una sola lonja, pero ahora voy como loco de un puerto a otro porque cuesta mucho dar con buenas piezas a un precio razonable".