"Tenemos que romper barreras, hacer nuevas leyes y cambiar las mentalidades". Con esa convicción, el presidente de Brasil, Luiz Inázio Lula da Silva, reclamó a las instituciones y a la sociedad de su país un debate "franco" y "sin miedo" sobre la despenalización del aborto, un tema, dijo, que no debe tratarse como un "tabú" sino como "una cuestión de salud pública". Lula, católico practicante, aprovechó la 11ª Conferencia Nacional de Derechos Humanos para advertir de que la realidad está reclamando medidas urgentes que podrían convertir a Brasil en el primer país suramericano que regula la interrupción del embarazo.

La interrupción del embarazo es ilegal en Brasil excepto en los casos de violación o de riesgo para la vida de la madre. La condena por abortar puede ir de uno a tres años. Y, sin embargo, el Ministerio de Salud estima que cada año lo hacen una media de 1,4 millones de mujeres. Se-gún una reciente investigación de las universidades de Río de Janeiro y Brasilia, 3,7 millones de brasileñas que hoy tienen entre 15 y 49 años han abortado al menos una vez.

El derecho a interrumpir el embarazo estuvo en el centro de la polé-mica durante la visita que el papa Benedicto XVI hizo a Sao Paulo en mayo del 2007. Las presiones del Pontífice dieron su fruto y dejaron en suspenso los proyectos de despenalización del ministro de Salud, Jose Gómes Temporao.

Hay regiones de Brasil (entre ellas la populosa Salvador de Bahía) en las que el índice de mortalidad materna es cinco veces mayor que el mínimo definido como aceptable por la Organización Mundial de Salud (OMS). Y eso se debe a lo que el Instituto de Mujeres por la Atención Integral de la Salud, Derechos Sexuales y Derechos Reproductivos llama el "aborto inseguro" e "ilegal".

Hace unos meses se celebraron en Río de Janeiro, contra el aborto, misas "en defensa de la vida" y se exhibieron en las parroquias cientos de réplicas de fetos hechos de resina.