José Alcubierre, de 79 años, entró preso al campo de Mauthausen siendo un muchacho, con sólo 16 años. Su familia, originaria de Tardienta y emigrada a Cataluña, se exilió a Francia al término de la guerra civil y se refugió en Angulema. Allí serían detenidos por los alemanes sus padres y él. Su madre fue liberada nada más poner los pies en el campo, pero su padre falleció de agotamiento cuando llevaba seis meses internado. Alcubierre, que en la actualidad reside en el vecino país, trabajó primero de pinche en la cocina y después pasó a integrar el denominado kommando Poschacher , que se dedicaba a la fabricación de materiales de construcción.

"El paso por el campo le marcó", explica su hijo Joël. "Curiosamente, toda su vida nos ha contado anécdotas hasta cierto punto graciosas de su vida en Mauthausen, aunque yo, más de una vez, le he visto sudar durante las comidas en familia, sin venir a cuento, como si reviviera en su cabeza los terribles momentos que sufrió".

José Alcubierre ríe cuando se acuerda de la forma en que los capos alemanes premiaban a los pinches y cocineros. "Nos daban un vale numerado que servía para ir con la prostituta que tenía ese número, aunque yo nunca hice uso de ese servicio", asegura. "En una ocasión, notaron la falta de una patata y nos pusieron una pistola en la sien para que confesáramos quién había sido", indica.

Además de crueles, los capos eran imprevisibles. "Una noche nos despertaron a todos y nos obligaron a comer a cada uno una cebolla cruda", relata. "Todos lo hicimos, pues teníamos un miedo horroroso a que nos mataran allí mismo si no cumplíamos su ridícula orden".

Lo peor de todo era cuando terminaba el trabajo en la fábrica Poschacher, que todavía explotan en Mauthausen los herederos del antiguo propietario. "Cuando quedaban 500 metros para llegar a la puerta del campo, soltaban a los perros que llevaban, unos pastores alemanes, y teníamos que correr como locos para que no nos mordieran", dice Alcubierre. "Cuando liberaron el campo, hubo presos que querían quedarse con los perros, pero hubo que sacrificarlos porque estaban entrenados para matar y agredían a todos".