La zaragozana María Pilar Soria lleva 20 años trabajando en Adislaf --el centro especial de empleo de la Fundación Benito Ardid-- y asegura que nunca ha estado tan preocupada como ahora. Ella y las otras 27 personas con discapacidad psíquica que forman la plantilla observan con inquietud cómo baja la producción día a día y no pueden hacer nada para evitarlo. De hecho, la empresa tendrá que presentar la próxima semana un ERE temporal de 180 días para toda la plantilla y al final de año valorará si puede mantener la actividad.

"Llevo aquí media vida y si cierra no sabría lo que hacer ni dónde ir. Trabajar en el centro me da autonomía y hace que me sienta más persona", explica Soria, de 44 años. En este mismo sentido se manifiesta Noelia Gracia, que lleva 21 años en la plantilla de Adislaf: "Aquí nos lo pasamos muy bien y nos sentimos útiles".

La carga de trabajo que les llega de las empresas colaboradoras (la plantilla monta y embolsa flexos, grifería o piezas para estanterías) se ha desplomado por la crisis, lo que, unido a los recortes y los impagos, ha dejado al centro en una situación "límite".

"Espero que la Administración se dé cuenta de que esto no es una empresa normal. Aquí se van de vacaciones y a la segunda semana ya quieren volver", subraya Aurora Albero, una de las coordinadoras de Minueval, el otro CEE de Benito Ardid dedicado a la lavandería de vestuario industrial. El suyo y el de las otras personas sin discapacidad que forman la plantilla también está en peligro. "Si los que no son discapacitados tienen problemas para encontrar empleo imagínate ellos", concluye Albero.