Dice Pablo Iglesias, cuando se inspira en Karl Marx, que "el cielo no se toma por consenso, sino por asalto". Y ayer asaltó con su verbo directo Barcelona para dar muestra de la ambición que trufa su relampagueante carrera política. Frente al recuerdo de otros líderes que repiten las soflamas incendiarias contra el PP, esté o no en el Gobierno, el líder de Podemos prefirió ayer atizar a Artur Mas y a Convergencia. El objetivo, capitalizar en lo posible el voto anti-CiU, que existe y es cuantioso.

Mientras el panorama específico catalán se halla enfangado en el debate sobre si habría que hacer una lista unitaria con una sola candidatura o con varias, Iglesias ofreció a Podemos como el contrapunto a CiU y sus políticas siempre alineadas con el establishment (por usar el léxico del partido lila) económico. Y las encuestas le dan la razón, ya que hay algunas, referidas al Parlamento catalán, que, en un escenario de alta participación le otorgan hasta 25 diputados.

El ataque de Iglesias a CiU se produjo por los dos flancos que, precisamente, pretende guarnecer Oriol Junqueras: las políticas sociales y la corrupción. "Llevar la bandera no te convierte en un patriota. Y tener el dinero en Andorra o en Suiza es ser un traidor a tu pueblo, te llames Jordi Pujol o Rodrigo Rato. No tienen más patria que su dinero", clamó en un Pabellón Olímpico de la Vall d'Hebron repleto y con el auditorio tan absolutamente entregado como no se veía en Cataluña desde los tiempos de Felipe González.

En este contexto, del poder del dinero, habló de "La Caixa", la primera entidad bancaria catalana que tiene un fuerte ascendente en el mundo político por haber facilitado financiación "a CiU, PP y PSOE". Para acabar con un "señor Mas, repita conmigo, su tiempo se ha acabado".

"No me veréis abrazado a Mariano Rajoy ni a Mas", afirmó en lo que fue un dardo a la CUP, con quien compite, y al saludo cariñoso que el presidente catalán y el líder de la CUP David Fernàndez se regalaron en la noche del 9-N. La fuerza asamblearia respondió, vía Twitter: "Un abrazo a Pablo Iglesias... pero en relación a comprometerse con la celebración de un referéndum de independencia, ¿qué?".

Y es que el de Vallecas se comprometió con el derecho a decidir, pero no solo en el asunto territorial, sino también en cuestiones económicas y situó el debate sobre todo ello en el marco de "un proceso constituyente". Pero de un referéndum independentista, ni una palabra.

PAÍS DE NACIONES "No somos ni independentistas ni unionistas", afirmó como prólogo a una de sus frases de repertorio: "Pero no quiero que Cataluña se vaya". "La casta española ha insultado a los catalanes", sentenció antes de reprochar que los políticos españoles "hayan olvidado que España es un país de países, un país de naciones".

Ya en clave de política nacional, un recuerdo al PSOE (y a IU) cuando rechazó cualquier pacto preelectoral: "El poder no teme a ninguna coalición de partidos, teme a la gente. Y nosotros somos la gente", sentenció. Y cuando empezó diciendo: "No he venido a Cataluña a prometer nada, no me gustan los políticos que prometen".

El apunte sobre los temores del poder, que en el fondo se vislumbran en su lema de precampaña para las generales del 2015 (Su odio, nuestra sonrisa) se repitieron en otra consigna: "Están los de arriba, y estamos los de abajo. Y los de abajo somos muchos más que los de arriba".