Poco más de cien días después de tomar posesión para completar un tercer mandato consecutivo, el alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, se muestra tranquilo, confiado en obtener un buen acuerdo para la ciudad con sus socios de CHA e IU y muy esperanzado con su papel como senador si resulta elegido el 20-N. "Será bueno para la ciudad", afirma. Es muy consciente el primer edil de que las circunstancias y las preferencias de la ciudadanía han cambiado tras los últimos comicios, y se muestra seguro de lo que debe hacer cuando, superadas las generales, comience una etapa de más de dos años sin ninguna cita electoral. Los ajustes económicos y la identificación de las prioridades son ahora su principal ocupación. Se verán plasmados en un plan de estabilidad y suficiencia económica y financiera para el que espera acuerdo político y comprensión ciudadana.

Es curioso, pero cuando sean analizadas con perspectiva y tiempo las elecciones locales de mayo pasado, se valorará la radicalidad del cambio que han supuesto para Aragón. Huesca echó a uno de sus alcaldes más queridos, Luis Felipe, al que la gente paraba por la calle, el que se dejó de escoltas y de protocolos para rozarse con el pueblo; Teruel agradeció a José Ángel Biel sus esfuerzos por que el gasto público per cápita en la ciudad fuera escandalosamente alto en relación con la media de municipios aragoneses dejándolo fuera del ayuntamiento al que se presentó como número dos por la lista del PAR; y Zaragoza estuvo a punto de finiquitar la etapa del alcalde que más inversión pública ha traído a la ciudad en los últimos decenios cercenando su política expansiva. Pero Belloch lo tiene claro. Sabe que la ciudadanía no votó a un alcalde de grandes eventos, imposibilitados por otra parte por la situación económica, y como representante más votado del bloque de izquierdas mayoritario con 16 ediles de 31, está dispuesto a hacer bueno aquel dicho de que la política es el arte de lo posible.

Su obsesión inicial, decíamos, es dar viabilidad económica al ayuntamiento desde una óptica de izquierdas. Las cuentas deben ser equilibradas, y no está dispuesto el socialista a hacerlo solo desde el recorte lineal de gastos que proponen los populares, sino incrementando ingresos gravando a los que más tienen y, por tanto, a los que menos notan el azote de la crisis. Sigue pensando el alcalde, como ya anunció en campaña, en la progresividad fiscal y, aunque fiándola para más adelante, en la discriminación de acceso y coste del servicio por empadronamiento. Sabe que tendrá que convencer a sus socios, pero él no renuncia a introducir en el debate público un guiño a quienes pagan impuestos en la ciudad de la que reciben los servicios públicos esenciales.

Además de una reordenación económica, el alcalde quiere que Zaragoza sea un modelo de gestión de izquierda moderna, alternativo a los tijeretazos de los populares. Además de mantener una red de equipamientos suficiente, una de sus máximas preocupaciones es seguir ofreciendo un transporte público de primer orden, pivotando en torno a un tranvía que desea ver crecer con una segunda línea y manteniendo la facilidad y la gratuidad para los colectivos desfavorecidos.

Tiene claro el alcalde que agotará el mandato, adaptándose a un tiempo de escasez, alejado de los postulados con los que pidió paso en Zaragoza cuando en 1999 fue por primera vez candidato a la Alcaldía, liderando un gobierno de izquierdas sólido. "Entonces estaba yo en la oposición. También se dijo que me iría y me quedé. Fue Rudi, que negaba cualquier intención de marchar, quien se fue". ¿Volveremos a vernos en las mismas en el 2011? Estando con él unas horas, se ve que hay Belloch para rato.