Tras una hora de juegos florales, Luisa Fernanda Rudi se reservó para el final de su discurso en la primera jornada del debate de política general una perla que la acompañará durante su mandato. «Esta es la legislatura de la rebelión social contra la resignación, y a favor de una nueva manera de hacer política. Ese es nuestro mandato, liderar desde las instituciones la rebelión de los aragoneses contra la crisis económica, social y política», espetó. Las palabras pueden cobrar un sentido u otro según quién y cómo las pronuncia y, también, según la predisposición de quien las recibe, pero escuchar a Rudi hablar de rebelión social, con Santiago Carrillo de cuerpo presente en Madrid y con el espíritu de Labordeta colándose entre l a s rendijas del palacio de La Aljafería sonó a chanza o a exceso.

Tendrá que explicar hoy la presidenta a qué rebelión social se refiere, o qué entiende ella por rebelión social. Una cosa es defender, como hizo, un modelo de gestión pública basado en el rigor, la austeridad, la transparencia y la ejemplaridad, principios reclamados por la sociedad civil, y otra que la actual DGA se vea en disposición de liderar un movimiento de respuesta de la sociedad ante la crisis. ¿Cómo se articula una rebelión social desde una institución pública?... ¿Invitando a palacio a los perjudicados que tarde sí, tarde también, salen a la calle para manifestar su desazón y su malestar por los cada vez más duros zarpazos de una crisis ante la que el PP navega con rumbo extraño?

Ayer Rudi perdió la oportunidad de abordar los asuntos concretos que tiene sobre la mesa y desdibujó la aparente solidez de su discurso en un desideratum ambiguo con un final increíble. Se presentó como una reformista convencida y como una pactista, más de palabra que de obra. Habló de la sanidad, pero eludió un pronunciamiento acerca de la huelga de médicos convocada para el próximo lunes. Abordó también los asuntos educativos, defendiendo que existe diálogo con la comunidad escolar como si las airadas protestas de los directores de centros que amenazan con dimisiones en cadena fueran ya recuerdo. Hizo también hueco a los proyectos de desarrollo clásicos, como la nieve, los pantanos o la Travesía Central del Pirineo, sin precisar cómo se van a financiar... No se le puede negar a Rudi capacidad y oratoria. Ayer dio la sensación de que las circunstancias le obligan a tirar de oficio, y no de ingenio, a ser administradora y no gobernante, sin que la cabriola final con su llamamiento a la rebelión social consiguiera más efecto que la estupefacción de quienes creían saber qué es una rebelión social.