El sedicente ministerio de Medio Ambiente anda loco buscando un vallecito valenciano donde embalsar una parte del agua que ha de ser trasvasada desde el Ebro. Con el PHN en la mano, los de Matas se fueron a Monóbar, en Alicante, y allí se armó la mundial y la gente dijo que ni hablar (y eso que el pantano sólo iba a ser de 150 hectómetros cúbicos, casi la décima parte de lo cabría en Yesa recrecido). Ahora quieren endilgarle el muerto a Turís, en Valencia, y allí también hay un follón de no te menees, porque una cosa es que te traigan el agua tan ricamente por una tubería y otra que te inunden mil hectáreas de tu término municipal. En el árido Levante quieren sol, buen tiempo y las piscinas llenas. Mas si les plantean la necesidad de embalses, el personal se acuerda de cuando se rompió la presa de Tous y se cierra en banda. Claro.

Este es un tema interesantísimo y crucial. Se suele decir que para trasvasar ya basta con los grandes pantanos del Bajo Ebro. No es verdad. Los anexos documentales al proyecto del PHN ya apostaban por almacenar (o sea, embalsar) en origen (o sea en el Pirineo) para disponer allí de reservas transferibles en los momentos en que más se necesita el agua (o sea, en verano). En esa época, y más si se arrastra sequía, para mandar algunos cientos de hectómetros cúbicos al Levante y sostener un mínimo caudal en el Delta habría que exprimir toda la cuenca del Ebro... o bien tener allí, en destino, algunos embalses donde guardar para julio y agosto lo recibido en febrero y marzo. Pero nadie quiere una presa enfrente de su casa.

Trasvase sí, pero pantanos... ¡aquí, no!, claman nuestros vecinos valencianos. Supongo que alguien debería explicarles que para decir esta agua es mía, como hacemos los aragoneses, además de tener ríos hay que hacer embalses, y eso es muy duro y muy costoso y sólo cabe en casos extremos. Pretender regar el campo de golf a costa del sacrificio ajeno tiene un nombre; un nombre muy feo.