La verdad jurídica no siempre coincide con la realidad, y aceptar unos hechos no significa haberlos cometido. El argumento se ha oído en boca de varios abogados del juicio de La Muela, tanto de los que se han conformado con las penas que pedía la Fiscalía como de los que se han visto afectados por estos; y ayer volvió a oírse de los propios acusados.

Algunos, de hecho, pidieron que se les absuelva pese a haber llegado a un acuerdo con la Fiscalía. Fue el caso de uno de los hijos del matrimonio Embarba-Pinilla, Víctor. El joven explicó que ante la pena que le solicitaban, optó por el pacto. O por la amputación ante la amenaza de muerte, como se ha argumentado también en el juicio.

"Reconozco que tengo dos hijos y no puedo estar tres años en la cárcel", justificó Víctor Embarba. Por ello, apeló al tribunal para que analice los hechos y le revoque los cargos.

"El 18 de marzo del 2009 se me detuvo y se registró mi casa por mi relación con Antonio Royo Velilla --el escolta de Alfredo Boné, que ya no está acusado--, por un tráfico de influencias que ya está retirado. También me atribuyeron tenencia ilícita de armas por una pistola de plástico, un cargo que nunca fue formalizado", repasó.

"Me pincharon el teléfono, el primero, con mi madre y mi hermano. Estuve cuatro días en el calabozo, me retiraron el pasaporte, tuve que ir a firmar al juzgado cada día 15. Y como me acusaron de lavar dinero con mi empresa, tuve que ir casa por casa pidiendo tíquets de los regalos de boda que me habían hecho para justificar que no cometí delito fiscal", continuó.

"Al final he reconocido que he ingresado dinero de mi madre y regalos. ¿Qué tenía que haber hecho, ir a la Guardia Civil a denunciar a mi madre?", se preguntó.

LUDOPATÍA

Su hermano Jorge se expresó en términos parecidos para defender su labor como empresario, aunque no llegó a pedir formalmente a los magistrados que le absolvieran tras su conformidad con la pena.

"Con 14 años me planté en la habitación de mis padres y les dije que me pusieran a trabajar, que no quería estudiar", rememoró. Expuso cómo fue prosperando hasta asumir en solitario un negocio de imprenta.

"De dos clientes he pasado a 700. Se nos ha acusado de ser todos lavadoras de dinero, con los clientes que tenemos, de los más importantes del país. Pero en mi empresa en el 2008 tenía tres empleados, y con la crisis, y ya sin las propinas de mamá --ironizó--, y con todas las trabas de los bancos por la operación Molinos, hemos pasado a ser nueve personas", recordó.

"He llegado a un pacto por salud mental, porque ha sido todo demasiado difícil. Sobre todo por la adicción horrorosa de la ludopatía, que en gran parte me ha llevado aquí. Porque yo fui investigado por las cantidades de dinero que entraban y salían de mis cuentas", explicó, y según él gran parte de ellas dependían de su suerte en el juego.