Disculpen si les parezco un poco exuberante, pero ayer mismo me llegaron noticias (a través de Zaragoza Crítica, eso sí) sobre la organización de nuestra candidatura a los Juegos de Invierno del 2022: su nuevo gerente, Manuel Fonseca, cobrará un sueldo de entre ciento diez mil y ciento veinte mil euros anuales, más que el mismísimo alcalde de la Inmortal Ciudad de Zaragoza. ¿A qué mola saber que hay personajes por encima de la crisis?

Es preciso afrontar el ajuste con una actitud positiva. Se han frenado las obras para rehabilitar la estación de Canfranc, mecachis en la mar, pero al parecer sigue adelante el plan para realizar cuanto antes la última fase de la segunda estación del AVE (o apeadero de Pla-Za y la Feria).. ¿Se disparará el presupuesto previsto de cincuenta millones? Qué emoción, qué suspense. ¿Pararán los trenes de alta velocidad que ahora van directos de Barcelona a Madrid y viceversa? Los jefes aragoneses y los señores de la Cámara de Comercio e Industria de Zaragoza dijeron que sí, pero los de Adif, cacho cenizos, bajan la cabeza cuando les preguntas por el asunto, echan sonrisitas entre dientes y hacen gestos de negación. ¡Como se entere Victor Morlán!

Me alegra oír en los telediarios el pin-poneo de declaraciones entre la señorita Sáenz de Santamaría y la compañera Pajín. Más regocijo aún me provocan los deslices microfónicos de la bárbara Aguirre (ya se sabe: Aguirre, o la cólera de Dios). Es maravilloso escuchar a toda la patulea neocón y reaccionaria en general defender en tertulias y teleprédicas la intervención de las bizarras unidades especiales del Ejército israelí contra los torvos activistas que pretendían llevar a Gaza alimentos, medicinas y cualquiera sabe qué otras mercancías peligrosas. Da gloria comprobar cómo los herederos ideológicos del tradicional antisemitismo paleoderechista se yerguen, reformados, a favor de la nueva Sión, terror de los infieles y escudo de la civilización petrolera.

Algunos amigos economistas me han explicado la crisis y su ajustado desenlace en clave aritmética. El cachondeo financiero emerge apabullante e irrebatible. Oye, pues también me alegro. Que no decaiga.