«Deberían poner semáforos para carritos». Los primeros visitantes del Mercado Central provisional de Zaragoza instalado en la calle Salduba hasta se tomaban con humor los constantes atascos que se formaban ayer en los pasillos. Era la inauguración de esta carpa temporal a la que se han trasladado los detallistas que continuarán en el futuro edificio de Lanuza cuando, en el 2019, esté totalmente reformado. Y quizá sea por eso que muchos se lo tomaban como «un peaje que hay que pagar», que para ellos durará un año. Aunque el primer día empezó con degustaciones, un buen vino de garnacha, música en vivo y animación a pie de mostrador. Así los cambios se digieren mejor.

«¡Cómo está esto hoy, parece que lo regalan!», exclamaba un visitante. «Mañana seguro que la mitad de gente», auguraba otro. Ambos envueltos en un torbellino de gente. Los clientes de un puesto de frutería y los de la carnicería de enfrente formaban un interesante embudo que estrechaba el paso. Más adelante, otro atasco. Y así toda la mañana desde bien temprano. A las 8.30 horas abría. Zaragoza ya había abrazado este mercado con fecha de caducidad.

Entre la marea de visitantes había curiosos pero también clientes, nuevos y de toda la vida, que agradecían este espacio «más confortable». «En el otro mercado yo llevaba dos camisetas térmicas, forro polar y no cogía el abrigo porque queda mal atender así a la gente», recordaba con una sonrisa de oreja a oreja la carnicera Ana Calleja, ayer en camiseta.

Entre la multitud, personas como Juan José Pascual, vecino de la Almozara, no podía evitar recordar cómo «hace 52 años» empezó «en el mercado como aprendiz». Después se montó su propia carnicería de barrio, pero no ha dejado de acudir a Lanuza. «No creía que iba a haber tanta gente hoy, pero es la novedad. Está muy bien y ya hacía falta arreglar el mercado. Los jubilados vendremos todos los días», comentaba.

A pocos metros de allí, dos chicas no paraban de servir vino y productos para degustar. «Solo llevamos dos horas y hemos dado el 25% de lo previsto para todo el día», explicaban sin parar de rellenar vasos. Y Fernando Viñés, vendedor de la ONCE, recibía a la clientela a la entrada. «Antes me tenía que dar 30 vueltas por los pasillos y ahora están todos los puestos agrupados», celebraba. Y añadía que «la luminosidad es lo que más sorprende».

«Deberían medir el aforo de este sitio», apuntaban Julia y José Luis, dos vecinos del Actur que tampoco se perdieron el estreno, y confiaban en que «esto no sirva para que suban los precios». Cerca de allí, Pedro, uno de los pescateros, resaltaba el «subidón» que da tener los pasillos a rebosar de gente. «Estamos emocionados y la gente, encantada», apostillaba Ana, carnicera, que como casi todo el personal vestía «de manga corta». El frío ya no está invitado. Buenas caras pese a la muchedumbre y aunque fuera complicado meter un carro, un coche de bebé o una silla de ruedas.

Incluso los políticos se sumaron a la euforia y regalaron la primera foto de todos los grupos municipales juntos tras la polémica por las sociedades. El responsable de Urbanismo, Pablo Muñoz, resaltó que esta carpa es la «primera piedra» del futuro Mercado Central, y este el «buque insignia» del plan de mercados en los barrios, un «proyecto de ciudad» que coló pero que no todos comparten. Aunque para él, aseguró, sea un «proyecto de ciudad».