Fernando Ortiz de Lanzagorta, joyero y experto en indumentaria histórica y religiosa es un personaje clave en la presentación y evolución estética de la Semana Santa zaragozana. Cofrade de los Servitas sevillanos, del Santo Rosario, de la Hermandad del Huerto en el Portillo, de la Humildad en las Mónicas y El Silencio del secular barrio del Gancho, es de los pocos que saben vestir a las imágenes procesionales de la tierra con un toque de bien traído dramatismo sevillano, quizá por sus estudios cerca del maestro José Garduño, vestidor de la Macarena, o el mediático bordador Grande de León.

Fernando alcanzó fama mundial al realizar en el 2008 el puñal procesional con montura de garras al aire de más de cien quilates en diamantes, esmeraldas, amatistas y topacios que luce en la Madrugá sevillana la Esperanza de Triana, y quizá también por ser invitado de honor a la enfervorecida, barroca y multitudinaria procesión de la Divina Pastora de Cantillana. Lleva años importando desde esa bulliciosa vega del Guadalquivir a las austeras tierras del Ebro la espectacular lluvia de pétalos o petaladas al paso de La Humildad junto a la Virgen del Dulce Nombre.

Esta devoción y arte indumentario, estas coloristas puestas en escena perfumando las calles ahora enriquecidas con la fusión de costaleros y bandas junto a bombos y tambores son una buena manera de asentar tradiciones que gracias a personas como Ortiz de Lanzagorta o su amigo el restaurador del Cristo de la Cama o La Piedad, Francho Almau, están consiguiendo que Zaragoza adquiera además un fuerte peso específico como destino turístico para contemplar y disfrutar de estas manifestaciones de artístico fervor.