A los 29 años, la vida de Pilar cambió radicalmente. "Me dolían las piernas y comencé a tener cierta dificultad para andar", recuerda. Desde entonces, y han pasado 30 años, la enfermedad le ha obligado a recurrir a las muletas, posteriormente al andador y, en la actualidad, a la silla de ruedas. "Cada vez me cuesta más ponerme de pie y andar, pero, salvo eso, mi vida es más o menos normal", dice. Desde el año 2000, Pilar acude a Fadema para seguir a rajatabla las sesiones de rehabilitación y terapia. Junto a los trabajadores del centro recuerda el impacto que le produjo el conocimiento del diagnóstico. "La verdad es que no conocía mucho la esclerosis múltiple y me llevé un palo, pero, al haber sufrido sus consecuencias poco a poco y no de golpe, creo que ha sido menos duro". Por eso, se esfuerza en transmitir un mensaje de optimismo para todos aquellos enfermos que acaban de ser diagnosticados. "Les digo que aprovechen a hacer lo máximo posible. Yo, desde que me la diagnosticaron, he tenido 3 hijos y muchas ganas de hacer cosas", asegura.