A finales de los años setenta comenzó la exploración de las entrañas del macizo del Aspe el Centro de Espeleología de Aragón. Fue a partir de 1987 cuando organizó campañas espeleológicas de manera sistemática todos los veranos, descubriendo y explorando todas las cavidades del macizo. Después de tantos años de apasionante labor en el Sistema Lecherines se ha llegado en la actualidad a los -1009 metros de profundidad y a los 17.114 metros de galerías, ríos subterrerráneos, salas, pozos...

Una vez que la nieve desaparece de las entradas de las cavidades puede comenzar la exploración. Este año la realizaron 38 especialistas del Centro de Espeleología de Aragón, el REC de Monzón y la sección de espeleología del CAS Aínsa. "La campaña se desarrolló del 6 al 15 de agosto. Semanas antes fuimos transportando material al refugio López Huici, al que se sube por una pista hasta los 2.000 metros de altura. Los fines de semana anteriores transportamos cuerda y material para instalar anclajes y para montar los vivacs. Hay unas 300 simas en Lecherines y, dependiendo de la nieve que hay, nos planteamos los objetivos", afirma Mario Gisbert, el coordinador de la exploración en Lecherines junto a Sergio Burguete.

Donde se ha conseguido los mejores resultados de la campaña, con numerosas incursiones de espeleólogos, han sido en la cavidad de la Sima del Baste, descubierta el año pasado. "Se ha conectado la falla principal de la zona y se ha podido recuperar un importante colector activo. En la sima se han topografiado ya más de 5.000 metros y se han alcanzado los 570 metros de profundidad. En su recorrido es necesario descender pozos de considerables dimensiones", dice Gisbert. La entrada a esta cueva se encuentra a 30 minutos del refugio López Huici. "La entrada de la boca esta a 2.000 metros de altitud y a menos de 100 metros de contacto con el Sistema Lecherines. Cuando se unan se llegarán a los 25 kilómetros de desarrollo. Pero el agua de Lecherines desemboca a la altura de Villanúa, en el río Aragón y es fácil que se llegue a los 40 kilómetros de longitud", indica este especialista.

Los espeleólogos realizan una dura labor dentro de la cueva que podía alargarse durante tres días. "Es un exigente trabajo de hasta nueve horas diarias donde la temperatura no supera los 7 grados. Hay que llevar material técnico y cuerdas en pesados sacos. Llegamos al lugar de exploración bastante cargados y esto supone mucho desgaste físico", asevera Gisbert.

Los espeleólogos se unían en grupos de tres y cuatro personas en el interior de la cueva. "Montamos dos vivacs. Es una estructura rectangular de plástico con mantas isotermas". El grupo se llevó al campamento base como cocinero al espeleólogo Javier Castaño. "Pero cuando estábamos dentro de la cueva nos alimentabamos con comida ligera como frutos secos, sopas, pasta o salchichas", señala.

Entrada a la cavidad

La entrada de la cavidad se encuentra debajo de la Garganta de Borau. "Comienza la cueva con pequeñas verticales y después se llega a un sector de galerías horizontales siguiendo la inclinación de los estratos que contactan con los pozos verticales de dimensiones mayores con caídas de hasta 110 metros de profundidad, unos 35 pisos de un edificio, y que llevan a ríos subterrános donde la galería gana en amplitud y altura", dice.

El grupo también ha estado explorando durante la primera semana de agosto las entrañas de la Sierra de Secús: "Llevamos explorados 6 kilómetros y 330 metros en la Cueva del Castillo, en la Selva de Oza. Allí estamos remontando el río subterráneo". Durante este verano el Pirineo aragonés ha estado plagado de campañas espeleológicas de otros grupos. Se ha estado trabajando en la Peña del Mediodía, el Pico Collarada, Peña Telera, la Sierra Tendeñera, la Punta de las Olas, la Sierra de Secús, Cotiella y el Sistema del Alba.