Se puede, vaya si se puede.... El Zaragoza dejó claro en El Molinón que su candidatura a la permanencia es muy sólida y que está sustentada en la fe, en el orgullo y en el trabajo, sellos que ha impregnado Manolo Jiménez, pero también en la cada vez mayor consistencia de un equipo que, al calor de los buenos resultados, de tres victorias consecutivas y de 10 de los últimos 12 puntos, ha ido creciendo también como bloque. En El Molinón, en un campo lleno, en un ambiente difícil y en un duelo a vida o muerte por la salvación, el Zaragoza fue simplemente mejor, más sólido, con más casta y con mejor presencia física y táctica. El problema es que tuvo que esperar hasta el ya bendito descuento, otra vez, cuando Lafita empujó un envío de Zuculini, para asestar todo un golpe de salvación, para dar un paso de gigante hacia la permanencia.

El milagro, pues, no solo toma forma, sino también cuerpo. Lástima la victoria del Granada en Santander, pero el Zaragoza se acostó anoche a tres puntos de la zona de salvación. En Málaga, a finales de febrero, estaba a 12 y Jiménez sentía vergüenza de un equipo errático y que se iba de forma indigna a Segunda. Ahora, siente orgullo, la misma sensación que tiene el zaragocismo en pleno, una afición que cree, que ha visto cómo se levantaba su equipo cuando todos le daban por muerto y que está dispuesto a llevarle en volandas a certificar el tercer milagro consecutivo. La mejor muestra la dieron los 350 valientes que acudieron a El Molinón para no dejar solo a un Zaragoza que mereció de largo ganar al Sporting, al que se le ha puesto la misma faz mortecina que tenía el conjunto aragonés no hace demasiado.

La victoria supone abandonar el puesto de colista y a fe que, por los méritos contraídos en este partido y por la resurrección vivida, este Zaragoza no merecía ser ya el farolillo rojo. Ya ve por el retrovisor al Racing y al Sporting, que llamó a sus fieles a El Molinón para que el ambiente que se viviera fuera de gran final. El Zaragoza no se dejó intimidar por el escenario. Ni mucho menos. También ahí ha crecido: tiene más poso y más carácter.

MÁS SÓLIDO Y MEJOR Desde que Teixeira Vitienes, tan puntilloso como se esperaba, aunque realizara al final un arbitraje correcto, pitó el inicio, el Zaragoza puso sus argumentos sobre el césped, con un buen despliegue, con las faltas necesarias, y alguna más, para cortar el ritmo al rival y sabiendo controlar mejor que el enemigo los nervios y la tensión, sobre todo en la medular.

El equipo se sostenía con Pinter, de nuevo notable en el trabajo sucio en la contencion, con Apoño en el manejo, con seriedad en el eje y buscando las contras con la velocidad de Lafita, Postiga y Obradovic. Solo Dujmovic desentonaba en la orquesta. El croata dejó la primera a Eguren en un córner, pero Roberto apareció. El problema es que Dujmovic volvería a dar otra en un córner y ahí sí Eguren logró empatar un partido que había abierto Postiga.

Justo después del único error de Paredes en toda la tarde, que ni Colunga ni André Castro supieron aprovechar, el delantero portugués aprovechó una gran dejada de cabeza de Mateos tras un despeje de Abraham para batir a Juan Pablo con la frialdad de un asesino. El gol dio paso a los mejores minutos del Zaragoza al final del primer acto, aprovechando la debilidad de la zaga del Sporting, donde está claro que echan de menos a Botía y que la mano de Clemente no se nota en demasía.

Tras el descanso, el Sporting se encontró con el empate en un córner que no era y en un regalo de Dujmovic, cambiado de forma inmediata por Jiménez, que acertó en la salida de Zuculini, porque el argentino, un ciclón sin mucho control, dio dinamismo y energía. El técnico, que también sacó en el momento justo a Aranda por un cansado Postiga, está demostrando partido a partido la importancia del trabajo y del saber hacer. Su mérito a todos los niveles es incuestionable.

El Zaragoza se sobrepuso de forma inmejorable al empate. Dominó mejor la parcela ancha con Zuculini, Pinter y Apoño cada vez más omnipresentes. Lafita, tras una buena jugada de Aranda, rozó el gol cuando los nervios ya estaban a flor de piel y El Molinón se impacientaba ante la falta de respuesta del Sporting, solo vivo por los arreones de Colunga o De las Cuevas. Sangoy envió al limbo una gran jugada de este último en la única ocasión local en el tramo final.

Ahí, en los minutos decisivos, el Zaragoza volvió a mostrar la grandeza de su fe, el tamaño de su casta y obtuvo, de nuevo, el premio. Como ante el Villarreal, como con el Atlético... Otra vez en el descuento. Otra vez un máster solo apto para corazones zaragocistas fuertes y a prueba de bomba. Apoño abrió a la banda de Zuculini. El argentino quiso centrar y tiró. O quiso tirar y centró. Qué más da... Su balón lo tocó lo justo Lafita, medio cojo tras un fuerte golpe. Así son las victorias de la fe. Así son los golpes de salvación. Sí, se puede...