El Villarreal no pasó del empate ante Osasuna y sigue llenando de dudas su continuidad en Primera. El Zaragoza lo tendrá a 4 puntos y con el goalaverage ganado si hoy es capaz de superar al Athletic. No es fácil, claro, doblegar a los leones, pero al equipo aragonés le da igual el rival, sabe que ya no puede fallar. Ayer se acostó a 7 de la permanencia con ese empate. Perdió el Granada, que sigue a ocho, y ganó el Sporting, que adelanta a los zaragocistas y que está vivo para recibir el martes al submarino amarillo, otro duelo del que estar muy pendiente. Bien, las cuentas más o menos cuadran, pero todas empiezan por la victoria zaragocista esta tarde. La oportunidad para recortar distancia, para creer que el milagro es factible, es de oro. Y, por supuesto, todo lo que no sea vencer hoy será para los de Manolo Jiménez un lastre casi imposible de levantar en las 3 citas que restarán: Levante y Racing en casa y el epílogo en Getafe.

La exigencia para el Zaragoza ha sido solo ganar desde hace muchos meses, aunque solo ha correspondido a su acuciante necesidad en contadas ocasiones, suficientes en todo caso para llegar con esperanza a las cuatro últimas jornadas. Pero esa fe en que la permanencia es aún posible exige ser correspondida con victorias, con cuatro concretamente, empezando por la de esta tarde, donde se abre un triple de citas seguidas en La Romareda, que es el bastión de la salvación. La afición lo sabe y por eso se han venido 7.300 entradas para el duelo contra el conjunto vasco.

TAREA HERCÚLEA En los últimos 22 campeonatos de Primera en que ha participado el Zaragoza solo ha sido capaz de enlazar cuatro victorias en dos ocasiones (88-89 y 06-07). Eso da una idea de la hercúlea tarea que tiene por delante el conjunto aragonés para que le salgan sus cuentas de la salvación. La afición ha hecho suyo el Sí se puede, extendido a una bufanda que se ha vendido como churros esta semana, y la plantilla y Jiménez aseguran que también se ven capaces de tal machada, aunque para eso habrá que mejorar las sensaciones que se dieron en Mallorca, donde el Zaragoza fue a buscar vida y terminó con el sonido de un funeral retumbando en sus oídos.

El varapalo cosechado en la isla fue duro, pero el Zaragoza, ya sin margen de error, está obligado a levantarse y a apurar las opciones que le quedan. Tiene que luchar hasta el final, sin que le esté permitido bajar los brazos. Esta es la consigna que ha dado Jiménez, que ha apelado al orgullo, al carácter y a la dignidad, valores que ya levantaron a un equipo hundido allá por febrero. El técnico ha tenido que lidiar esta semana con un altercado entre tres de sus jugadores en una sesión, pero tanto el vestuario como el preparador han sacado conclusiones positivas del mismo. El grupo está vivo y saca la rasmia y la rebeldía del que pelea. Ahora, toca demostrarlo en el césped.

Para volver a la mejor versión posible, Jiménez recupera para este partido el trivote, con Apoño, Micael y Zuculini de integrantes, y mantendrá a Da Silva como pareja de Paredes para frenar el poder aéreo del Athletic. Ayudará también algo rezar, sobre todo si Bielsa se empecina en no dar descanso a Llorente, referencia bilbaína y fuente de temor de cualquier rival.

VUELVE ANDER El Athletic vive, de la mano de Bielsa, una temporada espectacular, en la antesala de dos títulos --Europa League y Copa-- y con la Champions como deseo. Es un equipo estupendo, lleno de fútbol y de capacidad física, y escrito bajo el manual de exigencia de su entrenador, un Loco apasionado del fútbol y uno de los mejores técnicos del mundo. Bien que lo saben en Lezama.

En ese Athletic de los Llorente, Muniain, Iraola, Susaeta o Javi Martínez brilla también con luz propia Ander Herrera, que hoy regresa a La Romareda y se mide contra el equipo que le vio nacer y crecer para hacerse el pedazo de futbolista que es. Es su primera visita a este estadio, que le guarda ya como uno de sus últimos ídolos. Seguro que el partido está lleno de sentimientos encontrados para Ander. Sin embargo, no está para sentimentalismos el Zaragoza, que se debe agarrar fuerte a la vida. Y para eso solo le vale ganar.