Nada tiene que ver el Barça que ha empezado la Liga con el que imaginó tener Ernesto Valverde cuando firmó como entrenador azulgrana. Y no tiene nada que ver porque el Barça de las últimas tres temporadas se sustentaba en la fuerza de un tridente insuperable (Messi, Suárez y Neymar) que ganó tanto peso específico que acabó por desplazar la fuerza de gravedad del juego: del Barça de los centrocampistas de Guardiola se pasó al de los delanteros de Luis Enrique.

Pero la inesperada fuga de una de sus piezas lo modificó todo. «La marcha de Neymar ha cambiado el guion que tenía cuando llegué», confesó Valverde, consciente de que quizá tendría que trastocar sus planes y dar un giro al 4-3-3 que se antojaba intocable bajo ningún concepto. La idea del entrenador pasaba por preservar la solvencia goleadora de las tres estrellas (354 tantos en tres campañas), recuperar la presión en el centro del campo y juntar las líneas.

Pero llegó Valverde y se rompió el tridente. Y no solo eso. Las necesidades del equipo eran claras: un lateral derecho y un centrocampista organizador, en el lenguaje culé, un nuevo Xavi, en la medida de lo posible. Llegó Semedo (aunque la prioridad era Bellerín) y fue imposible traer a Verratti, una pieza que ahora podría cubrirse con Seri. Con Paulinho como refuerzo para el centro del campo y a la espera de Coutinho y Dembélé, Valverde trabaja con sus variaciones.

Ya no tenía a Neymar pero no quiso el técnico que le acusaran de sacrílego a la primera de cambio y ante el Madrid en el primer clásico oficial de la temporada después del amistoso disputado en Miami (3-2 para los azulgranas). Así que en la ida de la Supercopa de España, en el Camp Nou, saltó el nuevo Barça de Valverde con el 4-3-3 de siempre, con Deulofeu en el puesto de Neymar. El equipo fue reconocible durante muchos tramos del partido, en el que ganó la posesión del balón. Pero el infortunio (el autogol de Piqué) y la pegada de los blancos decantaron un duelo que disparó las señales de alarma.

En el Bernabéu, en la vuelta de la Supercopa, el entrenador pobló la zona media con Sergi Roberto y Alba por las bandas, pero despobló la defensa, que jugó con tres centrales y sufrió lo indecible. «Pensábamos que el Madrid saldría con solo dos delanteros», explicó Piqué. Pero no, Zidane saltó con tres (Asensio, Benzema y Lucas Vázquez) y cada llegada se convirtió en un peligroso tres contra tres para la zaga azulgrana. El centro del campo navegó ante Modric, Kovacic y Kroos, ayudados por la izquierda por Marcelo, y el Madrid le ganó la posesión al Barça (52% a 48%) por primera vez desde el 2008.

Volvió a retocar el esquema táctico Valverde en el estreno de Liga, dejando claro que es un técnico intervencionista. La propuesta fue el 4-2-3-1, tan ajeno al Barça como común para el entrenador. Se mantiene la defensa pero la irrupción de dos mediocentros (Rakitic y Busquets) dan una mayor consistencia, con la obligada ayuda de los extremos en tareas defensivas, en este caso, Deulofeu y Alcácer. El Barça ahogó al Betis en la presión, labor en la que destacó Sergi Roberto, encargado de apretar la salida del balón, y Messi, de nuevo reconvertido en falso nueve, liberado. Falta ver si Valverde mantiene la apuesta por este sistema cuando regrese Suárez y con la entrada de Paulinho.