Habían pasado dos largos meses desde que Andrea consiguió aquello que tanto deseaba (entrar en el Royal Ballet).

Echó un vistazo al pasado, a cuando empezó a bailar con seis añitos y sus compañeras se reían de ella y la insultaban porque estaba un poco gordita.

También recordó que poco a poco fue subiendo de curso y adelantando a todas esas niñas.

Luego hizo un grupo muy bueno de amigas que entre ellas se apoyaban y ayudaban y con ellas empezó las puntas. Las primeras clases fueron muy duras, pero como una frase que le encantaba decía, «cuando subes al escenario y empiezas a bailar, todo dolor se olvida».

Andrea se emocionó y se echó a llorar, se dio cuenta de que el camino no había sido fácil, pero lo había conseguido.