Nadie mejor que el director británico Ken Russell para demostrar que hay cineastas eternos y otros que son fruto de un momento determinado, de un contexto, y pasada esa época caen en el olvido. Russell, fallecido el domingo a los 84 años, vivió primero el esplendor de los filmes polémicos y prohibidos en algunos países, caso de Mujeres enamoradas (1969) y Los diablos (1971), y después la corriente de las operas rock y las películas asociadas a estrellas rockeras de diverso pelaje, como Tommy (1975) y Lisztomania (1977). Se hizo un nombre con todo aquello, pero de poco le sirvió después. Salvo éxitos puntuales como Un viaje alucinante... al fondo de la mente (1980) o La pasión de China Blue (1984), su capacidad para provocar se diluyó y ya nadie se acordaba de él pese a que llevaba cinco años enfrascado en una adaptación de la novela de Daniel Defoe Moll Flanders.

Nacido en Southampton en 1927, Russell tuvo una primera etapa como fotógrafo, coqueteó con el diseño y la música y realizó varios documentales para la BBC, entre ellos uno sobre Gaudí. Viendo su exitosa y controvertida filmografía de los 70, nadie diría que su segunda película como realizador, Un cerebro de un billón de dólares (1967), fue la última de la trilogía de espionaje dedicada al agente Harry Palmer, interpretado por Michael Caine en este filme y en los dos que le precedieron, Ipcress y Funeral en Berlín.

Integrado industrialmente gracias a esta película, Russell rodó la primera de sus polémicas cintas, Mujeres enamoradas, adaptación de la obra de D.H. Lawrence interpretada por Alan Bates, Oliver Reed y Glenda Jackson. Hoy es una propuesta superada, de un tono escandaloso algo pueril, pero en su momento causó el suficiente revuelo para que Russell se convirtiera en el enfant terrible del cine británico.

Su pasión por la música clásica le llevaría a adaptar a su gusto histriónico la biografía de Chaikovski en La pasión de vivir (1970), Mahler en Una sombra en el pasado (1974) y Liszt en Lisztomanía --con el teclista Rick Wakeman--, aunque tuvo tiempo para regodearse con otros personajes de vida polémica como Valentino en la película homónima de 1977, o Nureyev en el papel del gran amante del cine mudo. También fantaseó con el encuentro entre Lord Byron, Percy Shelley y Mary Shelley con Gothic (1986).

La versión cinematogrática de la ópera rock de los Who Tommy significó su gran momento de esplendor, con Elton John como el brujo del pinball, Eric Clapton como predicador y Roger Daltrey en el papel principal. El atropellado estilo de Russell, precursor de una cierta estética del videoclip, tuvo éxito pero fue efímero. Con todo, la relación entre el cine y la música no serían lo mismo sin tan iconoclasta autor.