Ganó el Nadal en 1946 con Un hombre , el Planeta, en 1971 con Condenados a vivir , y el Premio Nacional de Literatura en 1955 y fue uno de los novelistas más populares de la posguerra española. Los cipreses creen en Dios adornó las estanterías de más de seis millones de hogares españoles, porque los libros de José María Gironella estaban destinados a una clase media deseosa de leer en letra impresa los avatares una guerra civil entonces todavía cercana. El autor gerundense falleció ayer a la edad de 85 años, víctima de una embolia, en su domicilio de Arenys de Mar.

Hace dos años ya sufrió un derrame cerebral que le dejó medio cuerpo paralizado y del había conseguido reponerse en los últimos tiempos. El escritor, que deja viuda, la inseparable Magdalena Castañer a la que le han unido 55 años de convivencia, será enterrado hoy en el panteón familiar del cercano cementerio de Arenys de Munt.

Gironella arrastró la condición de ser un autor de derechas --en los últimos tiempos se autoproclamaba simpatizante del PP-- que no comulgó con los postulados reaccionarios del franquismo. Esta es una de las ideas que más aparecen en las declaraciones de los intelectuales --en su mayoría de posiciones conservadoras-- que se han pronunciado tras su muerte. Para el historiador Fernando García de Cortázar él fue el primer novelista que planteó "el sentimiento de la guerra como una gran catástrofe, lo que en cierta medida, se salía de la visión a veces edulcorada y de cruzada que daba el régimen". Según García de Cortázar, su trilogía Los cipreses creen en Dios, Un millón de muertos y Ha estallado la paz , publicada en los años 50 y 60, supuso un intento ser objetivo frente al conflicto, sin salirse de la férrea censura oficial

CUATRO A CINCO

El periodista y académico Luis María Anson lo explica con un símil futbolístico: "Su trilogía ya no era 10 a cero favorable a los nacionales, sino cuatro a cinco". Mientras el escritor Fernando Vizcaíno Casas destaca el hecho de que "fue el gran descubridor de la historia reciente como tema novelístico", olvidando quizá que en 1946 Arturo Barea había escrito en el exilio sobre el mismo tema La forja de un rebelde, que no pudo editarse en España hasta el año 1978.

Menos favorable al autor de Los fantasmas de mi cerebro se mostró Francisco Umbral que dijo haber leído Los cipreseses creen en Dios en su momento, cuando era un jovencito recién llegado a Madrid. Pese a la sorpresa inicial de comprobar cómo la censura dejaba pasar un libro sobre la guerra civil, "aunque fuera desde el bando de los ganadores", para Umbral la obra emblemática de Gironella "no relata a fondo la verdad del conflicto bélico".

Un grande de la literatura realista española como Miguel Delibes también se mostró crítico respecto a su figura: "Su fama de imparcialidad, que no era tanta, le abrió las puertas de las editoriales del mundo, al margen de su castellano, trabajado pero de pocos recursos". Lo cierto es que la famosa trilogía fue un precedente en la bibliografía sobre la guerra civil española, lo que la convirtió en libro de cabecera de muchos jóvenes de posguerra.

Aquejado de grandes depresiones, Gironella hizo gala de una visión pesimista de la existencia. Pasó de ser uno de los pesos pesados del best-seller , a un escritor olvidado. El secretario de Cultura y poeta, Luis Alberto de Cuenca, que visitó ayer la capilla ardiente instalada en el tanatorio de Calella, recordó que en los últimos años José María Gironella "estaba un poco preocupado porque no se le leía demasiado, quizá porque en la literatura hay modas, idas y vueltas".