--Es su cuarta novela y todas ellas están ambientadas en la Edad Media, ¿qué tiene ese período histórico?

--Es una época rodeada de un halo de misterio que se presta mucho a la aventura. Mis novelas son históricas pero ante todo novelas y, en consecuencia, requieren aventura, acción, entretenimiento, para que el lector pueda sumergirse. Un reino lejano está ambientada en un período especialmente interesante de la historia de España y de la del Reino de Aragón, ya que es cuando se consolidó y creció. También es la época en la que nacen las ciudades y por eso hay toda una parte que se desarrolla en Barbastro.

--¿Por qué Barbastro?

--Es el paradigma de la ciudad medieval naciente, en la cual al amparo de unas murallas físicas y legales (los fueros reales), fue brotando la burguesía. Los habitantes de esos burgos darían lugar con el tiempo al concepto de ciudadanía, ciudadano libre de un yugo feudal derivado de su propia condición de noble y, por supuesto, liberado del yugo eclesiástico... En esas ciudades nacieron las primeras personas dueñas de su destino y susceptibles de cambiarlo a través de su esfuerzo y su trabajo.

--¿Ha querido reivindicar el tesón individual?

--Un reino lejano es una novela trepidante y también llena de mensajes. Tiene varios planos, el primero es la aventura de mi protagonista desde Tierra Santa hasta Mongolia como esclavo, la fuga, su condición de almogávar... y tiene otro plano de lectura que es el de los intangibles, el de los valores. Estamos en la Edad Media, en el siglo XIII, en una pugna entre la barbarie que encarnan los mongoles frente a la civilización occidental encarnada por los valores de la caballería, el honor, la nobleza, la lealtad, el amor cortés. Son valores contrapuestos que me sirven para establecer el simbolismo en el mundo contemporáneo entre el relativisimo, el cortoplacismo, la incapacidad para valorar nada que no sea material y el valor de los intangibles, del honor, la decencia, la libertad, la valentía... Algo que hoy se desprecia.

--¿No se valora?

--No. Y sin la valentía no habríamos llegado hasta donde estamos, sin la cual España no sería un país europeo y democrático, sería un reino o un estado musulmán en el cual las mujeres no podríamos hacer lo que yo hago. Gracias a la valentía de los personajes que aparecen en mi novela, tanto los de ficción como los de verdad, por ejemplo, Jaime I el Conquistador, España es hoy un país occidental y democrático en el que los hombres y las mujeres tienen los mismo derechos. Eso hay que reivindicarlo y, en la medida de lo posible, imitarlo frente a los enemigos que hay que confrontar en el mundo actual, que son el relativismo, la pereza, la falta de principios, de convicciones...

--Sus protagonistas vuelven a ser mujeres, ¿es una reivindicación?

--Tengo la fortuna de haber nacido en un tiempo en el que queda poco por reivindicar a nivel legal. Ha costado siglos pero gracias a reyes como Jaime I, vivo en un país occidental y democrático y no en una España musulmana en la que no tendría ningún derecho. Un reino humilde es la novela de la gente humilde, que habla de mujeres como Inés de Barbastro, maestra tejedora. En la Edad Media al amparo de los fueros de Aragón, ella podía ser propietaria de un taller, miembro de un gremio de artesanos, desempeñar su trabajo con absoluta libertad y administrar sus bienes, era dueña de su destino. A través de ella, cuento cómo las mujeres buscaban vías de escape a la condición de sumisión a la que el momento les condenaba.